MOTIVOS
DE PETICION DE EUTANASIA
Joaquim
Bosch Barrera*
Resumen:
Los
motivos de petición de eutanasia son cinco: el dolor, el sentimiento
de inutilidad, la depresión, los motivos familiares y la falta de
trascendencia. Una correcta detección y tratamiento de estos hace
innecesaria la aplicación de la eutanasia, que no deja de ser una
práctica que va en contra de principios centrales de la deontología
médica y la bioética.
Abstract:
The
euthanasia claim’s motives are five: the pain, the useless feeling, the
depression, the family motives and the fault of transcendence. A correct
diagnostic and treatment of them does unnecessary the application of euthanasia,
that isn’t no more that a practice that goes against the most important
principles of the medical and bioethical deonthology.
Introducción:
Pocas
son las cosas que son seguras en este mundo. Que algún día
moriremos es una de ellas. Pero, ¿deberíamos decidir por
nosotros mismo cuándo debemos morir? ¿Qué podría
motivarnos a acabar con nuestra vida? ¿La eutanasia es la única
solución al dolor y sufrimiento en los momentos finales de la vida?
¿Qué papel debe desarrollar el médico ante el enfermo
terminal?
Estas
son algunas de las preguntas que intentaré responder a continuación.
Para ello, he dividido el artículo en diferentes apartados sobre
los principales motivos de petición de eutanasia que nos permitirán
alcanzar respuestas sobre las preguntas antes formuladas.
1.1. El
dolor:
Al
Sr. Ernesto se le realizó una biopsia de la arteria temporal con
lo que se consiguió diagnosticarle de arteritis de Horton y se le
puso el tratamiento adecuado (glucocorticoides). El dolor de cabeza desapareció
a las 24 horas de la administración de los corticoides y el enfermo
se dio de alta al poco tiempo (evidentemente, no hizo ninguna otra referencia
a la inyección que acabara con su vida, ya que se encontraba perfectamente).
Sin
duda alguna, en este caso clínico vemos un ejemplo de buena praxis
medica. El médico realiza una buena historia clínica, un
buen diagnóstico y aplica el tratamiento adecuado. ¡Qué
diferente hubiera sido el resultado de aplicar la inyección letal!
(y eso que el paciente lo había pedido, ejerciendo su derecho de
autonomía).
Uno
de los grandes argumentos defendidos por los partidarios de la legalización
de la eutanasia es justificarla como un acto de piedad hacia el dolor y
sufrimiento del enfermo terminal: ¿para qué vivir una vida
que no es digna de ser vivida? Enfocado el tema desde esta perspectiva,
pudiera parecer humanitario aplicar la eutanasia, sin embargo, esta perspectiva
es engañosa, ya que olvida que el dolor se puede tratar.
Hablemos
un poco más del dolor. El dolor es una sensación fisiológica
desagradable que percibimos a través de los nociceptores (receptores
del dolor). Esta sensación tiene una misión, que muchas veces
es indicarnos que algo no va bien: nos estamos quemando, te has roto la
pierna,... de hecho, los peores tumores son los que no causan dolor, ya
que crecen sin que nos demos cuenta y cuando los detectamos entonces la
medicina es incapaz de curarlos porque ya se han malignizado y realizado
metástasis. Una vez el dolor ya no nos es útil (porque ya
sabemos la etiología que está causando dolor) es absurdo
e inhumano mantener el enfermo en un estado de postración innecesario.
Además, se ha demostrado que el tratamiento médico del dolor
mejora también la evolución de la enfermedad del paciente,
ya que disminuye todo un conjunto de cascadas de reacciones que se activan
por el dolor y que sólo conducen a un peor estado de calidad de
vida.
Como
ya he dicho antes, hoy en día disponemos de baterías farmacológicas
y un conjunto de técnicas quirúrgicas y no quirúrgicas
(por ejemplo radioterapia para las metástasis óseas) que
nos permiten controlar el dolor en el enfermo terminal[1].
Desde
hace tiempo se ha dicho que la morfina y sus derivados acortan la vida
a causa de su acción. Debemos diferenciar, sin embargo, que una
cosa es acabar con la vida del enfermo para evitarle el dolor, y otra cosa
muy diferente es tratar el dolor del enfermo, aunque esto conlleve como
efecto secundario (como lo tiene cualquier fármaco) una disminución
del tiempo de vida. Pienso que esta idea queda magistralmente expresada
en la siguiente cita:“La
medicina debe luchar contra el sufrimiento por causa de la persona y no
debe irse en contra de la persona por causa de su sufrimiento”[2].
Debo decir, también, que este tópico sobre el acortamiento
de la esperanza de vida por los mórficos parece demostrarse cada
día más falso según expertos en terapia antiálgica,
ya que, como ya hemos dicho, al tratar el dolor suprimimos reacciones que
sólo conducen al deterioro del cuerpo, y por tanto, frenamos la
muerte.
Finalmente,
quisiera dedicarme brevemente a diferenciar dos vocablos, que muchas veces
se utilizan como sinónimos, aunque no lo son estrictamente. En primer
lugar tenemos el dolor, que es la sensación desagradable que tiene
tratamiento del que ya hemos hablado. En segundo lugar está el sufrimiento.
Muchas veces el sufrimiento se acompaña del dolor, aunque no es
sólo el dolor. Sufrimiento es también la angustia ante la
muerte, la nostalgia por dejar a los seres queridos, la ansiedad sobre
la incertidumbre del más allá... Este sufrimiento no se puede
tratar con pastillas (aunque depende del caso algún ansiolítico
puede ayudar), sino que se debe tratar con humanidad (ya que es un problema
que sólo tenemos los humanos, por ser seres racionales): escuchando,
conversando, animando, consolando.... La tecnificación de la medicina
ha producido como efecto adverso la deshumanización de los médicos,
que sólo ven cuerpos enfermos y no personas enfermas en sus pacientes.
1.2. El
sentimiento de inutilidad:
En
primer lugar quisiera recalcar que, sobretodo para el personal sanitario,
es importante escuchar qué es lo que le preocupa al enfermo, ya
que muchas veces cuando empieza a hablarnos de esto cambiamos rápidamente
de tema: “-Bueno, bueno,... ¿y la barriga cómo va?”, cuando
el escuchar y consolar al enfermo puede ser más importante que si
tiene que tomar una cefalosporina de tercera generación o una quinolona.
Si no, caemos en la tentación de que sólo curamos cuerpos
y no personas... es evidente que debemos curar también el cuerpo,
pero no podemos olvidar que también es una persona.
Nos
encontramos en una sociedad altamente pragmática y competitiva.
Esto, que no por fuerza debería ser malo, ha llegado a convertirse
en una obsesión de nuestra sociedad, en la que quien no produce
debe ser marginado y rechazado. Hace tiempo que el hombre superó
el estadio evolutivo del Homo faber, para llegar a ser el Homo
sapiens, sin embargo, muchas veces lo olvidamos y despreciamos a los
ancianos porque son una carga, cuando deberíamos tenerlos muy en
cuenta, ya que son la voz de la experiencia, del saber (véanse culturas
como la china o de algunos pueblos tribales de Africa, dónde el
anciano se venera y tiene un papel social muy importante).
Todo
esto ha convertido al enfermo incapacitado (ya sea por edad o por invalidez),
en una persona sin sentido, ya que hemos asociado nuestra misión
en este mundo en nuestro quehacer profesional. Quisiera hablar en este
contexto de Vicktor Frankl, un psiquiatra alemán y judío,
discípulo de Freud y Adler, que sobrevivió a un campo de
exterminio nazi durante la segunda guerra mundial. Frankl fundó
la logoterapía, que consiste en decir, en contraposición
a la voluntad de placer de Freud y la voluntad de poder de Adler, que lo
más importante en el hombre es la voluntad de sentido. Frankl citaba
a Nietzsche que dice: “cuando hay un porque vivir, casi siempre se puede
soportar cualquier como”. Después de su experiencia en el campo
de exterminio, Frankl hacía más categórica esta afirmación
diciendo que “si hay un porqué vivir, se puede soportar cualquier
como”[3].
La
única cita dedicada a la eutanasia que he encontrado de Frankl,
es la siguiente: “Decimos por encima de cualquier condición y circunstancia,
como puede ser la enfermedad, incluso la enfermedad incurable y la enfermedad
mental incurable, lo que a su vez quiere decir: la vida humana es digna
de ser vivida, aun en los casos en que más bien pudiera parecer
que es una “vida que no merece la pena”, y que solamente la eutanasia está
indicada”[4].
Queda por tanto muy clara su posición al respecto.
Nuestra
actitud ante la desesperanza y frustración del enfermo debe ser
ayudarle a encontrar el significado y sentido de su dolor (que debe ser
tratado) y su sufrimiento. Es difícil poder decir aquí una
solución general, ya que cada caso es que cada caso y deberán
valorarse creencias religiosas, qué daba sentido antes a su vida,
existencia o inexistencia de apoyo familiar, rol social, qué cosas
puede hacer todavía,....
1.3. Depresión
Según
un estudio realizado por el COMB (Colegio Oficial de Médicos de
Barcelona), un 60% de los enfermos terminales están deprimidos,
de los cuales un 25% están muy deprimidos[5].
Así, pues, su prevalencia no es nada despreciable y debemos tenerla
muy en cuenta, ya que, este trastorno psiquiátrico haría
desaparecer la supuesta autonomía del enfermo para pedir la eutanasia
si esta se legalizara.
1.4. Motivos
Familiares
Es
sorprendente, por ejemplo, ver como en verano, cuando se acercan fechas
como el 15 de julio y agosto o primeros de agosto (momento en el que muchas
familias empiezan vacaciones) los hospitales pequeños se llenan
de abuelos y se convierten en residencias geriátricas de verano.
Es
lógico, por tanto, que los enfermos, sobretodo ancianos, se vean,
fruto de esta actitud de los familiares hacia ellos, como una carga, una
molestia, algo que impide que sus seres queridos (aunque este amor no sea
correspondido) hagan su vida y disfruten de ella. Por tanto, una vez legalizada
la eutanasia (si algún día llega este día), deberá
tenerse muy en cuenta hasta que punto los enfermos terminales no piden
la eutanasia para evitar “molestias” a sus familiares y no para evitarse
ellos dolor y sufrimiento (aumentado seguramente por esta actitud fría
y distante de sus seres más allegados).
Un
capítulo aparte es el papel de los familiares ante los enfermos
terminales que no pueden ejercer su autonomía (fruto de un coma
o una demencia grave por ejemplo). No sería ético ignorar
las decisiones de los familiares, si estos son los representantes del enfermo.
Sin embargo, el médico también debe recordar que debe defender
los derechos del enfermo si los familiares se oponen a ellos. Yo ya he
visto más de un caso de querer acelerar la muerte para poder hacer
el entierro antes de las vacaciones e irse tranquilos de vacaciones el
resto de la familia. Todo ser humano tiene derecho a seguir viviendo hasta
que el cuerpo ceda por sí solo.
1.5. Pérdida
de la trascendencia
Pienso
que este es un buen ejemplo de mantener la trascendencia en la enfermedad.
La paciente se olvida de sus problemas y piensa en su nieta, a la que quiere
con locura, y por ella soporta su enfermedad y sus consecuencias (el amor
a su nieta expresado en el deseo de asistir a su boda da sentido a su enfermedad).
Si
quisiéramos un ejemplo negativo, es decir, de alguien que se cierra
en sí mismo y en su dolor, recomendaría la lectura del libro
Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievski.
Cuando nos cerramos en nosotros mismos acabamos por incrementar nuestro
dolor y sufrimiento y amargándonos, y una vida amargada la verdad
es que no merece mucho la pena vivirla. La solución no es matar
al paciente, sino ayudarle a salir de sí mismo, mostrarle que nos
preocupamos por él y que él puede preocuparse por nosotros
y los que le rodean.
Finalmente, un breve comentario sobre la dimensión religiosa. Pienso que puede ayudarnos mucho la siguiente cita: “Así encontramos enfermos que mantienen viva la relación con el más allá de su muerte: supervivencia, relación con Dios. Y piden dialogar sobre estos temas que, a veces, les producen preocupaciones, nerviosismo o también esperanza. Todos los miembros del equipo sanitario hemos de saber mantener un diálogo satisfactorio con los enfermos en estos temas vitales, de matiz filosófico y religioso. Cuando el diálogo del profesional con el enfermo presenta dificultades, entonces es el momento de llamar al asistente religioso como “especialista” en la materia”[6]. Pienso que no hace falta decir nada más al respecto.
Conclusiones:
Cinco son los principales motivos que pueden conducir al enfermo a pedir la eutanasia: el dolor y/o sufrimiento, el sentimiento de inutilidad, la depresión, la relación con los familiares y la falta de trascendencia o cierre en uno mismo.
Existe tratamiento farmacológico y quirúrgico eficaz para el dolor, hecho que hace innecesario el planteamiento de la eutanasia como método para evitar dolor al enfermo.
Debemos recordar que tratamos personas enfermas y no sólo cuerpos enfermos. Por tanto, a parte de curar, debemos también aliviar, consolar y ayudar al enfermo a encontrar un sentido a su situación actual de paciente.
La depresión es muy frecuente en los estadios terminales de las enfermedades. Debemos considerar hasta que punto cuando el enfermo nos pide la eutanasia no nos está diciendo que está deprimido o que quiere más atención.
Debemos tratar también a los familiares y hacerles ver que desarrollan un papel muy importante en el proceso de curación del enfermo, así como de su felicidad en sus últimos momentos de vida terrenal.
No podemos permitir que los enfermos se cierren en sí mismos y hagan incrementar su sentimiento de soledad y sufrimiento. Debemos estar preparados para mantener conversaciones sobre el más allá con nuestros enfermos y pedir ayuda a sacerdotes, pastores, rabinos,... cuando superen nuestros conocimientos o capacidad.
La eutanasia nunca debe considerarse como un tratamiento médico adecuado, ya que existen terapias eficaces que hacen innecesaria su aplicación, además de ser un crimen que va contra los más elementales principios de la bioética, como son el de no maleficencia y el de beneficencia (acabar con la vida del enfermo nunca es bueno, aunque elimine drásticamente el dolor, ya que hay otros métodos eficaces), además de vulnerar algunos de los principios elementales de la buena praxis médica como son el “primum non nocere” (primero no hacer daño, como por ejemplo acabar con la vida) y los códigos deontológicos médicos, como el juramento hipocrático (“nunca daré un veneno a un paciente aunque me lo pidiere”).
Agradecimientos:
Este
artículo es fruto de la conferencia titulada “Final de la Vida”
impartida en el curso “Dignidad Humana y Práctica Médica”.
Este curso se desarrolló en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Barcelona y fue organizado por ABEM (Asociación Bioética
de Estudiantes de Medicina).
Agradecer la colaboración en la preparación de esta sesión del Dr. Joan Vidal Bota (MD, PhD, Especialista Cardiólogo Pediátrico, Máster en Bioética por la Universidad de Barcelona, Presidente de ACEB (Asociación Catalana de Estudios Bioéticos) y de Santiago Fernández Burillo (Filósofo, Máster en Bioética por la Universidad de Murcia y miembro de ACEB). También agradecer la colaboración del Dr. Antonio Villalonga (Jefe del Servicio de Anestesiología y Jefe de la Clínica del Dolor del Hospital Josep Trueta de Girona y Director de la Revista de Anestesiología de España) por sus aportaciones en la conferencia que han permitido mejorar este artículo.
Bibliografía:
DOSTOIEVSKI,
Fiodor: Crimen y castigo.
FRANKL,
Viktor E.: El hombre en busca de sentido. Existen numerosas ediciones.
FRANKL,
Viktor E: La idea psicológica del hombre.
(Madrid: Ediciones Rialp), pág. 166
JOCHENSEM, Dr. H. 1996 “Eutanasia: la situación en Holanda y una evaluación crítica”, en Cuadernos de Bioética 27, 3º, pp. 297-310.
VVAA.
2000
Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la situació
d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB), pág. 19.
* Estudiante
4º medicina (Universidad de Barcelona). Vocal y Socio Fundador de
ABEM (Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina).
NOTAS
[1]No es el momento aquí de hablar de ellas, ya que nos extenderíamos demasiado y tampoco es el tema que tratamos. Sin embargo, para quien quiera saber más sobre este tema le recomiendo la información contenida en la página web http://www.pain.com, donde encontrará cursos, artículos,... dedicados exclusivamente al dolor y a su tratamiento. También hay que tener en cuenta que existen los cuidados paliativos, que pretenden mejorar la calidad de vida del enfermo terminal, aunque no podamos curar al enfermo.
2
JOCHENSEM, Dr. H. 1996 “Eutanasia: la situación en Holanda y una
evaluación crítica”, en Cuadernos de Bioética
27, 3º, pp. 297-310.
3Recomiendo la lectura de su autobiografía en los campos de exterminio nazi. FRANKL, Viktor E.: El hombre en busca de sentido. Existen numerosas ediciones.
4 FRANKL, Viktor E: La idea psicológica del hombre. (Madrid: Ediciones Rialp), pág. 166.
5
VVAA. 2000 Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la
situac ió d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB).
6VVAA.
2000 Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la situació
d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB), pág. 19.
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