EL CAMINO DE NUESTRO AMANECER
Un día nublado, donde el cielo gris cubre su esplendor, lleno de algodones... allí está ella.
Dormida, acurrucada y respirando tranquilidad. Contemplarla no me es suficiente, tengo
que llevar mis manos a ella, acariciarla o al menos fingir que la toco.
Observo sus movimientos, es desesperante no actuar, allí, así, en ese mismo instante.
La pienso mía, mi mente acaricia su rostro, y el destino ya cómplice de mis intenciones,
me lleva a tocarla. Siento su perfil con mi mano, impulsada por mi alma. Abre sus ojos,
interrumpo la delicia de su paz y en un intercambio para no quedar debiendo, la beso en los labios.
Es un nuevo día, lleno de sorpresas que nos esperan mas adelante. La beso, la abrazo y en paso y paso
la voy amando. Comienzo en su cuello, pruebo su esencia y como una regla fija de la cama en que duerme,
sigo bajando. Descubro un mundo nuevo, recorro espacios desatendidos por mi regreso tardío. Pero eso
no es relevante, delicadamente sigo el camino... no es cuestión de permiso, es que no le queda otra opción.
Ella lo desea y yo le obedezco cada mirada, que pide no pares. Y ese es el problema que la intensidad no
deja calma ninguna, mi corazón acelerado lo quiere todo, de una vez y por todas. Pero la grandeza de su persona,
esa calidad de ser que posee, me ordena "cuidado" ella es tu peligro. Caso omiso para ese consejo,
sigo el placer, sigo al amor.
Y con la huella que ha dejado mi lengua, sigo el camino hacia su vientre. Le doy besos, la toco fuerte,
como si quisiera desarmarla en mil pedazos. Acaricio sus piernas, con las que recorre distancias alargadas,
que se pierden en mi horizonte. Y mis manos siguen amando, tocando cada rincón de su mundo carnal.
Su mirada me excita y me invita a seguir. Allí me pertenece, la tengo para mi.
Mientras mis manos siguen el juego, se acerca al deseo de mis labios, esa parte que no es cosa ligera
y envía mensajes a mi cuerpo deseoso. Ese idioma del gusto, que humedece mi sexo.
Y es aquí donde encuentro ese sitio de maravillas. Donde no existe manta que cubra el objetivo.
Mi sentido del gusto, aguarda sediento, ya no aguanta más. Es entonces cuando comienzo a saciarme,
en ese túnel de placer. El que a las frutas no tiene nada que envidiar. Es un sabor a pura riqueza,
con mezcla de aceite de pasión. Donde me pierdo y no importa el regreso, pues es poesía y casi una canción.
Yo me nutro de sus suspiros, de su gemido que anuncia el estallo.
No es la batalla lo que lo hace valiente, es su dulzura que habita en mi mente.
No es solo eso lo que quiero expresar. Es que al lector que no entienda el mensaje, que descubra mi pecho
con su curiosidad, pues allí es donde reside ese único hecho, de que en sus brazos solo puedo amar.
(Finn Perduto) © 2007