Efectos biológicos de la radiación,
consecuencias de la acción de una radiación ionizante sobre los tejidos de los
organismos vivos. La radiación transfiere energía a las moléculas de las células de
estos tejidos. Como resultado de esta interacción las funciones de las células pueden
deteriorarse de forma temporal o permanente y ocasionar incluso la muerte de las mismas.
La gravedad de la lesión depende del tipo de radiación, de la dosis absorbida, de la
velocidad de absorción y de la sensibilidad del tejido frente a la radiación. Los
efectos de la radiación son los mismos, tanto si ésta procede del exterior, como si
procede de un material radiactivo situado en el interior del cuerpo.
Los efectos biológicos de una misma dosis de radiación varían de forma considerable
según el tiempo de exposición. Los efectos que aparecen tras una irradiación rápida se
deben a la muerte de las células y pueden hacerse visibles pasadas horas, días o
semanas. Una exposición prolongada se tolera mejor y es más fácil de reparar, aunque la
dosis radiactiva sea elevada. No obstante, si la cantidad es suficiente para causar
trastornos graves, la recuperación será lenta e incluso imposible. La irradiación en
pequeña cantidad, aunque no mate a las células, puede producir alteraciones a largo
plazo.
Trastornos graves
Dosis altas de radiación sobre todo el cuerpo, producen
lesiones características. La radiación absorbida se mide en grays (1 gray equivale a 1
julio de energía absorbido por kilogramo de material; su símbolo es Gy). Una cantidad de
radiación superior a 40 Gy produce un deterioro
severo en el sistema vascular humano, que desemboca en edema cerebral, trastornos
neurológicos y coma profundo. El individuo muere en las 48 horas siguientes. Cuando el
organismo absorbe entre 10 y 40 Gy de radiación,
los trastornos vasculares son menos serios, pero se produce la pérdida de fluidos y
electrolitos que pasan a los espacios intercelulares y al tracto gastrointestinal. El
individuo muere en los diez días siguientes a consecuencia del desequilibrio osmótico,
del deterioro de la médula ósea y de la infección terminal. Si la cantidad absorbida
oscila entre 1,5 y 10 Gy, se destruye la médula ósea provocando infección y hemorragia.
La persona puede morir cuatro o cinco semanas después de la exposición. Los efectos de
estas radiaciones poco intensas, son los que pueden tratarse de forma eficaz. La mitad de
las personas que han recibido una radiación de 3 a 3,25 Gy y que no hayan recibido tratamiento, pierden la
médula ósea.
La irradiación de zonas concretas del cuerpo (radiaciones accidentales) produce daños
locales en los tejidos. Se lesionan los vasos sanguíneos de las zonas expuestas alterando
las funciones de los órganos. Cantidades más elevadas, desembocan en necrosis (zonas de
tejido muerto) y gangrena.
No es probable que una irradiación interna, cause trastornos graves sino más bien
algunos fenómenos retardados, que dependerán del órgano en cuestión y de su vida
media, de las características de la radiación y del comportamiento bioquímico de la
fuente de radiación. El tejido irradiado puede degenerar o destruirse e incluso
desarrollar un cáncer.
Efectos retardados
Las consecuencias menos graves de una radiación ionizante se
manifiestan en muchos órganos, en concreto en la médula ósea, riñones, pulmones y el
cristalino de los ojos, debido al deterioro de los vasos sanguíneos. Como consecuencias
secundarias aparecen cambios degenerativos y funciones alteradas. No obstante, el efecto
retardado más importante comparándolo con personas no irradiadas, es el aumento de la
incidencia de casos de cáncer y leucemia. El aumento estadístico de leucemia y cáncer
de tiroides, pulmón y mama, es significativo en poblaciones expuestas a cantidades de
radiación relativamente altas (más de 1 Gy). En animales de experimentación se ha observado una reducción
del tiempo de vida, aún no se ha demostrado en seres humanos.
Radiación no ionizante
La frecuencia de radiación de redes o
tendidos eléctricos, radares, canales o redes de comunicación y hornos de microondas, no
es ionizante. Durante mucho tiempo se ha creído que este tipo de radiación era
perjudicial sólo en cantidad elevada, y que producía quemaduras, cataratas, esterilidad
temporal, etc. Con la proliferación de este tipo de mecanismos, comienzan a ser materia
de investigación científica las posibles consecuencias de una exposición prolongada a
pequeñas cantidades de radiaciones no ionizantes. Aunque se han observado algunas
consecuencias biológicas poco importantes, se desconoce por el momento qué repercusión
tienen sobre la salud.