Cafés de Buenos Aires

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"Es difícil encontrar algo mas parecido a una obra se Chejov que un bar de la Argentina: allí donde varias personas sentadas alrededor de sus mesas beben café o licor, bajo un silencio casi ritual o conversando a media voz. Al mismo tiempo, miles de historias inasibles, de tensiones indescifrables, surcan el espacio aparentemente lánguido de estos refugios donde la casa se reserva el derecho de admisión de la cotidianidad, y donde el tiempo puede ser tan fugaz o eterno como el deseo. En los cafés argentinos, los enamorados se enamoran o dejan de enamorarse, los artistas sueñan y hacen realidad sus sueños, los sedentarios viajan sin mas equipaje que la imaginación, los apasionados se apasionan, los solitarios disimulan su soledad y los tímidos pasan desapercibidos detrás del diario de ayer y de las medialunas de hoy, o viceversa." (del libro "Cafés Especiales" de Sergio Várela)


Y si queremos hablar de los cafés de Buenos Aires, aunque hay muchos y muy conocidos, no se puede dejar de hablar del Café Tortoni, uno de los mas tradicionales de esta ciudad y a la vez uno de mis preferidos. Aquí incluyo una síntesis de su historia:


Tortoni 1 Año 1858, cada paso que dan los porteños es visto por otros porteños como un paso al pecado; un negociado de las tierras, los ferrocarriles que avanzan promueven la pecaminosidad de muchos hombres. Pero el progreso llega así, invertebrado y liberal, insólito o usurario; hasta los pulperos prestan plata a real por peso. Buenos Aires, sin embargo, no se detiene, el comercio lo apabulla, mientras la epidemia de fiebre amarilla cobra 400 víctimas.

En tanto estos acontecimientos apasionaban a Buenos Aires, Oreste Tortoni abría las puertas de un negocio sin pensar jamas en su longevidad. El local estaba ubicado en la esquina de Defensa y Moreno, es decir, en el Nro. 200 de aquella. 20 años después, el Tortoni se traslado con todos los bagajes de ilusiones a Rivadavia y Esmeralda. Durante dos décadas permaneció en el lugar; luego..., el cambio fue final, la mudanza al Nro. 832 de la Calle Rivadavia. Luego de su traslado, el nuevo propietario del Tortoni, el señor Curutchet, abrió en 1888 la entrada principal hacia Avenida de Mayo (foto) y efectuó obras de ampliación y remodelación que le dieron un aspecto suntuoso y europeizado al mejor estilo art nouveau.

El edificio era propiedad de la Sra. Concepción Unzue de Casares, que lo cedió a un sobrino, el que al poco tiempo decidió rematarlo. La base fue de quince millones de pesos y el adquiriente el Touring Club Argentino, con el propósito de construir un hotel internacional. Pero tal intención no prospero y Buenos Aires salvo así a esta reliquia histórica, para tener su Café Tortoni, así como Madrid mantiene su Parnasillo, Roma su café de Greco y París su café de Flore.

Ciento treinta y nueve años acreditan para el Tortoni la mayor antigüedad de los cafés de la Avenida de Mayo, y por que no, del resto de la Ciudad. Pero por sobre la antigüedad del Café Tortoni, queda de él lo vital: el haber sido albergue de un sinnúmero de asociaciones literarias y artísticas y, entre ellas, la Asociación de Gente de Arte y de Letras. En parte ello fue posible gracias a que el francés Mauricio Curuchet se injerto en la Avenida como propietario del Café, fomentando las artes y las letras con el entusiasmo digno de un francés.

Con el tiempo, el Tortoni se convirtió en el representante casi ideal de las peñas literarias y artísticas de Buenos Aires. Desde la figura cromática de Benito Quinquela Martín, que realiza en el subsuelo la primera exposición de sus obras, hasta el espíritu melódicamente tangueado de Juan de Dios Filiberto o el fino y sagaz humorista, de penetrante mirada y estallante palabra, que fue don Federico García Sanchiz.

Tortoni 2 Muchas fueron las personalidades que transitaron por su salón, desde aquel año de 1899 en que aparece por primera vez en una edición de la Guía Kraft, figurando en el Nro. 825 de la Avenida de Mayo. Al compás de un café o de una copa de vermouth o de pernot, desfilo Alfonsina Storni, con su ansiedad marina, su húmeda y esotérica ansiedad; también lo hizo, junto a la musa Euterpe, Lía Cimaglia Espinoza y años después María Luisa Anido o las entristecidas pulsaciones de Argentino Valle.

Hacia 1926 Curutchet permitió que un grupo de intelectuales -integrado por Benito Quinquela Martín, Jorge Bunge y Germán de Elizalde, entre otros- fundara en el sótano del café "La peña del Tortoni", donde se desarrollaron las actividades de la Asociación de Artes y Letras y se galardonó a los artistas más destacados.

El sótano del Tortoni fue siempre un gran corazón que albergaba ilusiones y lirismo, corazón que latió durante 17 años de trabajo intenso y en el que muchos jóvenes se sintieron incentivados por los premios otorgados por los augustos de las letras. Pero un 19 de octubre de 1943, el corazón se paralizo. ¿Cansado de trabajar? Quizá, ¿pero, cual fue la causa que motivo el cierre del sótano? Es probable que no pueda darse una respuesta concreta a este hecho.

17 años habían transcurrido desde aquel 25 de mayo de 1926 en que la Junta Directiva compuesta por Jorge Bunge, German de Elizalda, Benito Quinquela Martín, Arturo Romay, Edmindo J. Rosas, Alejandro Sevelieff y Gastón O. Talamon firmaban el acta constitutiva a las 0:30 del día de la patria. Así nació la Peña Asociación de Gente de Arte y Letras, que en esa oportunidad contó con la participación de los poetas Raúl González Tuñon y Francisco Luis Bernardez, quienes recitaron varias de sus poesías. También lo frecuento y dicto una conferencia Luigi Pirandello, a cuyo termino canto Carlitos Gardel, como un rendido homenaje a la maravilla de su palabra.

Roberto Fanego -administrador del lugar desde hace más de 40 años- sentado detrás de la barra, junto a la antigua caja fileteada, se refiere a cada obra que decora el café (ninguna ha sido colocada caprichosamente).

Observa el yeso de Alfonsina, ubicado en la pared frente al mostrador, y después de un breve silencio relata: "En el lugar en que Alfonsina murió, en Mar del Plata, hay una figura de mujer y al costado un bronce. El yeso que está aquí es una réplica de ese monumento que hizo Perlotti, y que su viuda entregó al café. El hecho de haber obsequiado ese yeso no es azaroso, es simbólico. La piedra que sirve de sostén al monumento de Mar del Plata se compró con la venta del piano del Tortoni que servía de apoyo a Alfonsina cuando recitaba sus versos. El piano se transformó en la piedra".

El café conserva en la actualidad el estilo que adoptó en 1888. Los muebles son los que se colocaron en ese momento: las mesas en roble y mármol, las sillas tapizadas en cuerina bordó, todo ha permanecido igual.

Según Fanego, "es política del café conservar el estilo tradicional. Sería un pecado realizar una remodelación ya que se trata de mantener la memoria ciudadana. Además, si se hiciera un café moderno sería uno más". Aclara que "se hicieron muy pocos cambios y siempre se trató de que no fueran estructurales".

La actual biblioteca era, años atrás, una peluquería (resulta evidente al observar el mobiliario del salón). La bodega ha sido habilitada nuevamente. Se dan espectáculos de jazz, de tango y se organizan otras actividades que sostienen la fama del café. Desde hace 20 años, por ejemplo, todos los sábados toca la Fénix Jazz Band.

Tortoni 3 Los habitúes siguen jugando al ajedrez, al backgammon, o al billar en su típico salón, como en las primeras épocas del café. Las obras de arte que se exhiben han sido donadas por personalidades o por familiares que tuvieron algo que ver con la historia y la grandeza del Tortoni. En la sala Alfonsina Storni se realizan recitales de poesía y se exponen y venden cuadros de artistas que recién ingresan al mercado del arte.

Los escritores Ernesto Sábato y Osvaldo Soriano, por ejemplo, concurren asiduamente. El conductor radial Alejandro Dolina transmite su programa desde la bodega. Este es también un importante cambio en la función del café: antes, lugar de reunión y debate, ahora, escenario para programas masivos.

Y como broche de oro nada mejor que transcribir la leyenda que se puede ver en su entrada y que resulta el mejor homenaje a este monumento histórico de Buenos Aires:

"DESDE UN BAR, ARCO IRIS TE SALUDO AHITO DE CAFÉ Y MELANCOLIA."





La historia del Tortoni fue recopilada y adaptada del libro "Los Cafés de Buenos Aires" de Jorge A. Bossio y de Impronta

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