Como mujer, madre actualmente de tres hijos, sólo quiero expresar mi experiencia. Antes de casarme, cuando tena 21 años, quedé embarazada y aborté, yo decidí sobre "mi cuerpo". Luego de 16 años, ya casada, mi única hija mujer de 11 años, murió quemada en un accidente. Lloré mucho, reflexioné, reconocí cosas, creo que maduré... Al perder a mi niña, comprendí la dimensión de la locura que había hecho al decidir yo la muerte de aquel otro hijo tan mío como ella. Aquella decisión, aquel "derecho" que consideré utilizar, se me hizo presente como una apelación a mi
dignidad como ser humano. ¿Qué derecho tenía a hacer aquello? NO, NO y mil veces diré NO. El aborto NO es un derecho para la mujer, yo no fui más mujer al haberlo hecho. Acaso ser un loco derecho a ir contra una misma. Por muy contrarias que parezcan las circunstancias para que nazca, por muy razonable que parezca, por muy no deseado que sea no es un Derecho. Hay alguien indefenso que debe ser defendido por el derecho y le ataca quien debiera salvarlo. Yo deseé salvar a mi hija de aquel incendio feroz y no pude traspasar las llamas y esos gritos y no aquellos otros, años antes, sentí los llamados de desesperación de mi hija y no los de aquel niño porque no tenía voz. Para una madre perder un hijo no tiene nombre. Pero si no lo pierde, sino que lo tira o le elimina, el nombre está claro y ese nombre no es Derecho sino MATAR. Elisa de Abasto Muertos en el vientre de la madre El aborto es vomitivo, como vomitiva fue la acción inhumana de los nazis. El aborto no es signo de progreso sino de regresión a épocas de barbarie como la de Esparta que tiraba a los niños por el monte Taigeto. El aborto no es democrático sino una contradicción de la democracia: la democracia debe defender los derechos humanos, y el primero es el de la vida de todos. El aborto no es un derecho de la mujer, que podrá cortarse el pelo o las uñas; pero no debe torturar y matar al hijo, sencillamente porque el hijo no es ella ni de su propiedad: los seres humanos no son propiedad de nadie y tienen dignidad desde su primer instante de vida, es decir, desde al concepción. El aborto es aberrante, una atrocidad, un horror, es la dominación más bárbara que pensarse pueda del fuerte contra el débil. Horroriza a cualquiera que tenga entrañas, sea del signo político que fuere. No me arrepiento de no haber matado a ningún hijo mío, aunque me viera en apuros; no fui una madre burda e ignorante, sino una madre como la madre de quienes me leen, una madre que cuando
un hijo llega a casa, le recibe y es capaz de darlo todo por él. Josefa Romo |