Cecilia.
Cecilia nació el 27 de mayo de 2000, fue un nacimiento
excelente y, por supuesto un acontecimiento muy feliz para toda
la familia. Fue un sábado a las 4:20hs, pesó 3.950kg, era coloradita
y muy hermosa. La familia en pleno, hermanitos, abuelos, tíos y
priitos fueron a conocer a este nuevo integrante.
El domingo por la mañana, nos regresamos a casa, y comenzamos a
disfrutar de esta beba, con quien teníamos muchos planes y proyectos.
Su problema comienza a los 8 días. Era domingo, la gorda tomó su
última teta a las 4:45hs. Ese mismo día, yo tuve una sensación muy
extraña y desagradable cuando fui a la pieza a buscar, no recuerdo
qué, mire su soisés e imaginé que ya no lo usaría más. Me largué
a llorar sin consuelo, y Marcelo, mi dulce marido, trataba de calmarme,
diciendo que es la depresión posparto.
La gorda, nunca más ocupó su moisés, pues a las 10 de la noche,la
saco del cochecito, preocupada porque hacía 7hs. no comía, y no
podía prenderse de la teta, estaba muy pálida.
Me desesperé, Marcelo
también y llamamos al médico que have de pediatra en mi ciudad (pues
aquí no hay pediatras ni neonatólogos), y recomendó que la lleváramos
urgente a Santa fe (ciudad más próxima). Si no ufera por mi ginecólogo,
mi hija se muere en mis brazos. El le suministró oxígeno, mientras
yo tenía en mis manos una estufa para darle calor.
Así estuvimos una hora, más o menos compesada, la llevamos con una
ambulancia precaria y una incubadora a la que le pusimos una bolsa
de agua caliente para aumentar el calor, a Santa fe, donde de inmediato la atendieron.
Allí, tuvieron un diagnóstico presuntivo, que fue la primera puñalada
a mi corazón. Aparentemente la beba tenía una cardiopatía congénita
severa, que se manifiesta bruscamente a la semana de nacida.
De ahí se derivó a un centro de alta complejidad, en Buenos Aires,
el garraghan, donde también actuaron de inmediato.
Pero, ahí, con cada informe nuestros corazones se desgarraban más
y más. El último día, donde decidirían con qué operación comenzarían,
mi gorda, hace dos paros cardiacos y del último no salió.
Tenía todas las malformaciones cardiacas que están en los libros, no le faltó ninguna.
Pero si de algo podemos sentirnos aliviados con Marcelo, es que
hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para salvarla. Ella
fue fuerte y aguantó todo el tiempo necesario, para decirnos: "papis,
ustedes no son culpables de lo que me pasa, y no me muero por haber
nacido en un lugar donde no hay pediatras, ni la aparatología necesaria para salvarme".
Nosotros creemos que ella es una Espíritu Superior que nos eligió
como padres para terminas su misión en esta tierra, y dejarnos un
montón de mensajes y enseñanzas.
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