De las cosas que más recuerdo después de la muerte de cada uno de mis hijos, excepto de la de Carlota, la última de mis chiquitos, fue preguntar "¿Cuándo puedo intentarlo otra vez?"
Los padres que hemos experimentado la muerte de un hijo, solemos tomar decisiones muy importantes en momentos de gran dolor y confusión.
¿Quién no ha oído: "eres joven, ya tendrás otros hijos"?
De repente, sentimos la urgencia de llenar nuestros brazos vacíos y sinceramente pensamos que con otro embarazo nuestro gran dolor desaparecerá y todo volverá a la normalidad.
Pero la realidad es otra. Ya no somos quienes éramos antes de la muerte de nuestro bebé y no lo volveremos a ser. Nuestras perspectivas acerca de la vida y de la muerte cambian radicalmente. Las cosas que eran relevantes dejan de serlo y algunos temas que ni siquiera considerábamos importantes se convierten en los únicos a considerar. Vemos a quienes nos rodean con otros ojos y nos vemos a nosotros mismos como los protagonistas de una historia de terror.
El siguiente embarazo se vive con mucha angustia y la mayoría de los padres relatan que el proceso de duelo comenzó realmente después del nacimiento del nuevo bebé, que muchas veces se da muy cerca del aniversario del bebé que murió. En ese momento se cae en la cuenta, de que un hijo es insustituible y que el dolor y el vacío que sentimos no cesan con la venida de ese pequeñito.
Después de la muerte de César dejé de asistir a bautizos y baby showers . Eran un recordatorio doloroso de lo que no viviría. Obviamente, las tiendas de ropa y artículos para bebé se convirtieron en un calvario y una pesadilla. Recuerdo que después de la muerte de Jo, me descubrió mi esposo llorando en el suelo de la sección de bebés de una tienda, abrazando un kit para recién nacidos. Sobra decir que de ahí en adelante las evité como si fueran la lepra. Cuando murió Carlota saqué de mi casa cualquier cosa que pudiera recordarme lo que yo no tenía: mis hijos. Regalé botellas, libros de embarazo y de educación infantil. Juguetes y chupones. Toda la ropa que les compré y que les regalaron. Muchos podrán identificarse con mi historia.
Un día, casi un año después de la muerte de Carlota, me descubrí cargando un bebé sin más sentimiento que el agradecimiento por que él estaba sano y vivo. Empecé a asistir a bautizos y para mi sorpresa, mis ojos ya no se llenaron de lágrimas. He ido a los pocos baby showers que me invitan (ya saben que hay gente tan tonta que creen que la muerte de un bebé se contagia y prefieren no verme para evitar que "algo" les pase) y puedo decirles que disfruto comprar los regalos para esos nuevos bebés.
Hace dos semanas, estaba de viaje y vi una tienda de cosas para bebé. Entré con miedo y sin saber que esperar de mí. Recorrí cada pasillo con una sonrisa en los labios y con el corazón ligero. No lloré ni sentí lástima por mí misma. Mis brazos no dolieron por mis hijos. Compré algunas cosas para mis sobrinos y salí triunfante.
Lo había leído muchas veces y hasta entonces, no hacían sentido: estas son las señales de que estamos listos para un nuevo bebé.