Una amiga me dió esta reflexión con la cual pude encontrar un poco de consuelo.
"El Dios de la Biblia es un Dios que cuestiona y desinstala: nunca deja en paz, aunque siempre deja paz.
No responde, sino pregunta.
No facilita sino dificulta.
No explica sino complica.
A su propio hijo, en la hora de la
Gran Prueba, lo dejó solo y abandonado, luchando cara a cara
con la muerte.
A SUS ELEGIDOS LOS LLEVA AL DESIERTO, DONDE LOS VA FORJANDO A FUEGO LENTO EN EL SILENCIO Y EN LA SOLEDAD.
Siempre hay un Egipto de donde salir, y este Dios va sacando incesantemente al pueblo y colocándolo en marcha en dirección de una tierra prometida, llena de árboles frutales, que son: humildad, amor, libertad, madurez."
Ignacio Larrañaga.