CARLOS ALBERTO MERLINO

Fragmento del poema

"El poeta y el hombre"

Dedicado a Leopoldo Marechal

 Ladrón de geografías, yo acechaba mi sangre,

sus abismos y crestas, sus bosques y llanuras.

Peregrino en retorno,

estaba en los umbrales de mi ser verdadero,

viendo cómo las llamas se comían los muros

y unos dedos hurgaban las llaves cerradoras.

"Es la hora -me dije- de ceñir y nombrar".

Y consulté en espíritu a Leopoldo, el poeta,

y le pedí en depósito su cordaje y su lanza.

Pero cantar el hombre es cantar la medida,

la medida de abajo de todo lo existente.

Otra vez me detuve en el portal, dudando.

El ángel de la copla me quemaba en su vino,

la lanza y el cordaje me exigían la sangre.

"Estoy en la ribera donde la vida pesa

tan sólo como un aire, como una lejanía.

No perduró la muerte -sus árboles desnudos-

cuando dijo su voz, ya cercano, el otoño,

ni me perdí en las aguas sumadoras del Uno,

ni agotaron su cifra los nocturnos del alma.

Para decir el hombre es necesario

haber puesto la proa en el estío".

Tal era mi razón y mi defensa.

 

(Yo no agoté la muerte, ni la angustia, ni el Uno,

pero los recibí en tiniebla y relámpago)

 

Recuerdo aquella edad de infinitos posibles.

Optaron por la fuga. Los vi cerrar la fuente.

Construyeron con formas de nada, de espejismo,

la libertad terrible de ser sus arquitectos.

Y me nació el dolor por los tantos hermanos ...

Y busqué las raíces para crecer un fruto,

para asumir la luz en mi palabra.

 

(Ellos no comprendían la función del silencio,

el pilar y el carozo de que hablara Leopoldo).

 

             ver