RICARDO GÜIRALDES
UN POEMA MÍSTICO, para leer en Nochebuena.
24 de Diciembre de 1926
Hoy, hace mil novecientos veintiséis años
que naciste.
Es decir, hoy, la humanidad nació a ti.
¡Qué habías de nacer en fecha alguna, Tú
que eras nacido desde siempre!
Habías venido a un cuerpo sufridor como el
nuestro para estar más presente en sangre y
dolor.
Y tu cuerpo entonces era tan pequeño, que
no podía saber de ti sino un mandato de hacerte
digno de sobrellevar la cruz de liberación.
Hoy naciste y fue una gran mancha de luz
sobre el mundo.
La fecha es un bien para nosotros, y
sentimos que algo como un pulso de Dios latió y
late en el día periódicamente.
Todo es más bueno hoy.
Y te sentimos venir al mundo en el hoy de
entonces con pasos lejanos en el transcurso de
los años, y esa lejanía te vuelve, a nuestro sentir,
más niño y más nuestro.
Hace mil novecientos veintiséis años, que el
mundo tuvo la extraordinaria dicha de saberte.
Luna redonda, blanca y lejana.
Paz sobre el mundo y con nosotros.
Pregusto de muerte.
Calma.
La brisa disgrega el pecho en rezos.
El color está de luto.
Un camino, lívido, se va.
Las sombras se achatan, esquivas.
Un sapo hace gárgaras de erres.
La rana mastica palillos sonoros.
Venus guiña a la tierra su ojo punzante.
Los grillos cantan glorias de vidrio.
El viento, en las ramas, chista para profundizar el silencio.
Las palmas digitan, sobre el invisible palor del aire.
El caballo, espinoso, de un Fénix, se espanta de noche.
Las hojas metálicas de eucaliptus, enganchan
lacrimales pedazos de luna.
El silencio se duerme.
Pregusto de muerte.