El Observatorio de Barlovento

Volumen 1, Número 4

Setiembre 2000

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Pedro Mir.-

por: Contacto/OB

La muerte del autor del poema magistral, Hay un País en el Mundo, a los 87 años, enlutece a todos los dominicanos, que con su partida han perdido a su Poeta Nacional, título que le fuera otorgado mediante decreto oficial en 1982, tras ser aprobado a unanimidad en el Congreso Nacional de la República Dominicana.

UNA VIDA HECHA POESÍA

Nació el 3 de junio de 1913, en medio del afán de los cañaverales del Ingenio Cristóbal Colón de San Pedro de Macorís. Fue llamado Pedro Julio Mir Valentín, pero muchos años después, pasaría a la historia de las letras dominicanas como Pedro Mir, el Poeta Nacional.

Fue el primero de los tres hijos de Pedro Mir, Ingeniero Mecánico cubano que vino al país a ocuparse de la factoría del Ingenio, y de su primera esposa, Vicenta Valentín Mendoza, puertorriqueña de nacionalidad española.

En 1925, Pedro Mir termina sus estudios primarios e ingresa a la Escuela Normal de San Pedro de Macorís. Un año después, se traslada a la Capital junto a su hermana Lilia Marina para continuar sus estudios, que suspende en 1930 a causa de los estropicios causados por el ciclón San Zenón.

Fue un lapso sin estudios pero de muchas lecturas. Mir se entregó a los libros de vuelta al Ingenio. Rubén Darío, Julio Verne, Julio Herrera Reissing, Víctor Hugo, Nietzsche, Marcel Proust y otros grandes autores.

En 1932, regresó a su pueblo y, en 1937, aparecen unas poesías suyas firmadas con el nombre de ''Pedro Mir'' y presentadas por el director de la página literaria del antiguo Listín Diario, el joven pero ya ilustre escritor Juan Bosch, quien lo anunció como ''el poeta social esperado''. Desde entonces, siguió publicando poemas en ese diario y en La Opinión, así como en la revista Cuadernos Dominicanos de Cultura.

Contrajo matrimonio en 1939 con Estela Ramírez de Arellano, con quien procreó a Hugo Fernando y Luis Pedro. Dos años después, en 1941, obtuvo el título de Doctor en Derecho de la antigua Universidad Santo Tomás de Aquino (hoy Autónoma de Santo Domingo), como parte de la primera promoción de doctores, que significaba un año más de estudios que licenciado.

Abrió un bufete de abogados con el doctor Tulio H. Arvelo en la calle Mercedes y en 1944, fue profesor en la Escuela Superior de Peritos Contadores. Posteriormente, fungió como Secretario Permanente de la Sociedad Dominicana de Prensa.

El 1947 fue un año de rupturas para el Poeta. Viajó a Cuba y se integró junto a Bosch y Tulio Arvelo en la organización de la expedición de Cayo Confite, que procuraba decapitar la tiranía de Trujillo. Durante el prolongado destierro rompió con todo: matrimonio, profesión, visión política y estatus social y económico.

Fue en La Habana, en 1949, donde escribió su primera obra poética recogida en un volumen y a la vez su obra maestra: ''Hay un país en el mundo (Poema Gris en varias ocasiones)'', entregada a los impresores por Juan Bosch inmediatamente después de conocerla.

La obra permaneció desconocida en el país hasta el fin de la dictadura y prácticamente inadvertida en el exterior durante 20 años. Fue editada en México en 1955 y dada a conocer en la República Dominicana en 1962 junto con Seis Momentos de Esperanza, en una publicación del grupo estudiantil Fragua.

Entre 1952 y 1953, Pedro Mir visitó México, Guatemala, Viena, Checoslovaquia, Rumania y Londres, viajes en los que participó en congresos y conferencias. Tras ese periplo regresó a Cuba, y durante esta nueva estancia en ''La Perla de las Antillas'', dirigió el noticiario de Cadena Oriental de Radio.

Mir realizó otro ciclo de viajes durante el 1958, por Estados Unidos y México. En esta nación, fue traductor de inglés y francés, al español, para la Universidad Autónoma de México (UNAM). En 1959 regresó a Cuba tras el triunfo de la revolución y allí contrajo matrimonio con Carmen Mesejo García, con quien procreó a sus hijos Celeste, Geraldine y Carlos Pedro José.

El poeta regresó al país en abril de 1963 y de nuevo ejerció la abogacía. Tras el derrocamiento de Bosch, Mir abandonó esa profesión y en 1965 viajó a Francia, la Unión Soviética, España y Cuba. Retornó en 1968, cuando reaparecieron y fueron editados por primera vez los originales de Tres Leyendas de Colores, Ensayo de Interpretación de las Tres Primeras Revoluciones del Nuevo Mundo, después de más de 20 años de escritos.

En 1972 fue profesor de Teoría y Crítica de Arte en la UASD y apareció en México en ese mismo año su obra Viaje a la Muchedumbre. En el '74 fue designado miembro de número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana en consideración a sus investigaciones en el campo de la historia nacional y la estética.

POETA NACIONAL

Es en 1982 cuando Pedro Mir recibe el título de Poeta Nacional, propuesto por los tres partidos mayoritarios del país, y otorgado por votación unánime de los miembros de la Cámara de Diputados de la República Dominicana.

A partir de entonces recibió muchas otras condecoraciones y reconocimientos tanto en el país como en el extranjero.

En 1995, ''Hay un País en el Mundo'', edición bilingüe, francés-español, traducción de Claude Couffon, fue puesta en circulación en París, Francia.

Como lo dijera en su más famoso poema, Pedro Mir fue ''producto de un viaje'' que en la madrugada de anoche llegó a su fin, pero que le permitió, como fuera su deseo, tener ''tiempo, coraje, para hacer la canción''.

Premiaciones y títulos

- 1975, Santo Domingo: Premio Nacional de Historia por ''Las Raíces Dominicanas de la Doctrina Monroe''.
- 1976, Santo Domingo: Premio Nacional de Poesía por ''El Huracán Neruda''.
- 1982, Santo Domingo: Declaratoria como Poeta Nacional, propuesta por los tres partidos mayoritarios y otorgado por votación unánime de la Cámara de Diputados.
- 1982, Santo Domingo: Diploma como Profesor Meritísimo otorgado por la UASD.
- 1982, Santo Domingo: Premio Caonabo de Oro, otorgado por la Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores.
- 1983, San Pedro de Macorís: Doctor Honoris Causa de la Universidad Central del Este.
- 1990, Santo Domingo: Es designado Escritor residente, por la UASD.
- 1991, Nueva York: Doctorado Honoris Causa en Letras Humanísticas, por el Hunter College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
- 1991, Providence: Diploma de mención Senatorial del Estado de Rhode Island y de las Instituciones de Providence Plantations.
- 29 de Febrero de 1992, Nueva York: Declaración como Día de Pedro Mir.
- Febrero de 1993, Santo Domingo: Premio Nacional de Literatura otorgado por la Secretaría de Educación.
- Junio 2 de 1993, Santo Domingo: Condecoración con la Orden del Mérito Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Gran Oficial que le otorgó el gobierno del doctor Joaquín Balaguer. No tiene lugar la investidura.
- Junio 3, Santo Domingo: Semana del 3 al 10 consagrada a la celebración del octagésimo natalicio del poeta, en la UASD.
- Noviembre 29, Puerto Rico: Celebración del octagésimo natalicio del poeta en la Universidad de Puerto Rico (recinto Río Piedras, San Juan).
- Septiembre 30, Nueva York: Declaratoria por el presidente del Distrito de Manhattan en Nueva York como Día de Pedro Mir.
- Enero 28 de 1996, Santo Domingo: Investidura en el grado de Doctor Honoris Causa en Humanidades por la Universidad Dominicana OyM.
- Mayo 7 de 1996, embajada de Chile: Distinción del Gobierno de Chile consistente en Diploma y Medalla conmemorativa de los 50 años del otorgamiento del Premio Nobel a Gabriela Mistral.
- Mayo 1996, Santo Domingo: Medalla otorgada por Rotary International.
- Julio 12, Santo Domingo: Condecoración de la Orden del Mérito Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Comendador por el gobierno del doctor Leonel Fernández. No tiene lugar la investidura.
- Abril-mayo 1999, Santo Domingo: Dedicatoria de la Feria Internacional del Libro.

Su poesía:

Si alguien quiere saber cuál es mi patria

I
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
no la busque,
no pregunte por ella.
 
Siga el rastro goteante por el mapa
y su efigie de patas imperfectas.
No pregunte si viene del rocío
o si tiene espirales en las piedras
o si tiene sabor ultramarino
o si el clima le huele en primavera.
No la busque ni alargue las pupilas.
No pregunte por ella.
 
(¡Tanto arrojo en la lucha irremediable
y aún no hay quien lo sepa!
¡Tanto acero y fulgor de resistir
y aún no hay quien lo vea!)
 
No, no la busque.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
no pregunte por ella.
No quiera saber si hay bosques, trinos,
penínsulas muchísimas y ajenas,
o si hay cuatro cadenas de montañas,
todas derechas,
o si hay varios destinos de bahías
y todas extranjeras.
 
Siga el rastro goteando por la brisa
y allí donde la sombra se presenta,
donde el tiempo castiga y desmorona,
ya no la busque,
no pregunte por ella.
Su propia sangre, su órbita querida,
su instantáneo chispazo de presencia,
su funeral de risa y de sonrisa,
su potrero de espaldas indirectas,
su puño de silencio en cada boca,
su borbotón de ira en cada mueca,
sus manos enguantadas en la fábrica y
sus pies descalzos en la carretera,
las largas cicatrices que le bajan
como antiguos riachuelos, su siniestra
figura de mujer
obligada a parir
con cada coz que busca su cadera
para echar una fila de habitantes
listos para la rueda,
todo dirá de pronto dónde existe
una patria moderna.
Dónde habrá que buscar y qué pregunta
se solicita. Porque apenas
surge la realidad y se apresura
una pregunta, ya está la respuesta.
 
No, no la busque.
Tendría que pelear por ella...
 
II
 
Así vamos los pueblos de la América
en mangas de camisa. No pregunte
nadie por la patria de nadie.
No pregunte
si el plomo está prohibido, si la sangre
está prohibida, si en las leyes
está prohibida el hambre.
Si resulta la noche
y firmemente los labriegos saben
el rumbo de la aurora,
el curso de la siembra. Si los sables
duermen por largo tiempo,
si están prohibidas las cárceles...
Porque apenas en crudo mozalbete desgranado
enarbola la paz como un fragante
pabellón infinito, en nombre del amor
o de la juventud en medio de las calles,
el látigo produce su rúbrica instantánea,
su bronco privilegio. Porque apenas
un escritor coloca sus telares
en la página blanca y teje un grito
y pide paz y pide voz o pide pan y luz
para las sombras populares,
para los barrios, para las niñas,
para las fábricas, para los matorrales,
cuando no es el ostracismo es el silencio,
cuando no es el olvido es el gendarme...
 
Y así vamos los pueblos de la América
tan numerosos y unos. No pregunte
nadie
por la patria de nadie.
Ni en los países del mar o los océanos
todos con sus hermosas capitales,
ni en las islas o los cayos
matinales.
 
No pregunte si hay minas infinitas,
todas inagotables,
y luchas por salvarlas del saqueo,
todas con cadáveres...
Un aroma común, un aire justo
de familia recorre nuestros ángeles,
nuestros fusiles, nuestras metonimias...
Un rostro amargo y una misma mano y unas ardes
melancólica de nuestras tierras creían
los mismos sudores, los mismos ademanes
y la misma garra sangrienta y conocida.
 
Nadie pregunte por la patria de nadie.
Por encima de nuestras cordilleras y las líneas
fronterizas, más rejas y alambradas que carácter,
o diferencia o rumbo del perfil,
el mismo drama grande,
el mismo cerco impuro el ojo vigilante.
Veinte patrias para un solo tormento.
Un solo corazón para veinte fatigas nacionales.
Un mismo amor, un mismo luego para nuestras tierras
y un mismo desgarramiento en nuestra carne.
 
No, no pregunte
nadie por la patria de nadie.
Tendría que mudar de pensamiento
y llorar solamente por la sangre...
 
III
 
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
se lo diré algún día.
Cuando hayan florecido los camellos
en medio del desierto. Cuando digan
que las mujeres bajan sus dos manos
de la cabeza y la alzan en la brisa,
cuando los trenes salgan a la calle
el día de la fiesta con sus vías
bajo el brazo y descanse el fogonero.
Cuando la caña se desnude y rían
los machetes en fuga hacia el batey
dejando en paz las manos sorprendidas.
Cuando todo milagro sea posible
y ya no sea milagro el de la vida:
 
Cuando empiece a bajar esta manera
de ignominia
y deje al descubierto hacia la aurora
el fondo firme de los pueblos. Día
justo de enumerar las cordilleras
de la nueva semana y cuáles son
los meses que contienen alegría.
 
Entonces se sabrá cuál es mi patria
y mucha gente irá con sus camisas
de todos los colores y ciudades.
Llenarán sus costuras con la firma
nuestra, de nuestra libertad y entonces
irán a repartirlas.
La llevarán al viento por los valles
en todas las Antillas.
 
Dirán que somos libres y golosos,
que gozamos del pan y de la espiga.
Que cada hombre tiene dignidad
cada mujer sonrisa.
Que tenemos la patria verdadera
y ésta también será la patria mía.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
se lo diré ese día.
Yo lo diré tocando la guitarra
con mi novia bordada en la camisa,
con botones de oro, blancos puños
y una gran ampolla sonreída...
 
Si alguien quiere saber dónde está ella
yo lo diré ese día.
Ahora no lo busque.
No pregunte por ella todavía.
 
Pero el día fragante que lo sepa
procure estar bien cerca y bullicioso,
porque habrá patria grande para entonces
y no habrá ni un silencio de rodillas...
 
IV
 
Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
lo diré en una tarde americana.
Cuando el mundo se quite la cabeza
y le arranque la espina innominada.
Cuando el hilo de todas las fronteras
teja como una alfombra todas las patrias.
Y una risa inmensa
recorra las montañas
y haga huir como murciélagos despavoridos
a los acorazados con sus arrogancias,
con su larga cadena de oprobio
que une nuestras gargantas
y nos saca en sangre  pulpa
las tierras perfumadas...
 
Y empiece entonces a inundar las calles
tanta gente escondida dentro de su casaca,
y las imprentas salgan a ver
con el vientre lleno de libros y de portadas
todos nuestros suburbios desde sus páginas
y las madres alcen sus hijos hacia la luz
de la aurora, sin guerra y sin amenazas...
 
Día justo y solemne de contestar
de cuánto goce se compone una patria.
Cuáles son los veinte ruidos
de la nueva batalla.
 
A quién le corresponde el apetito,
a quién el gesto copioso y la guirnalda,
qué colorido el del más ancho traje,
qué ritmo el de la más noble carcajada.
Cuáles bueyes y cuáles sementales
en la exposición donde las frutas y las canastas...
 
Pero ahora
nadie pregunte por la patria
de nadie.
 
Y el día en que estalle
la libertad suprema y soberana,
procure estar bien cerca y bullicioso
porque habrá una gran patria,
una grande, inmensa, inmóvil patria para todos
y no habrá ni un país para estas lágrimas...

 Pedro Mir 
(1913-2000)

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