El Observatorio de Barlovento

Volumen 1, Número 5

Octubre, 2000

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Perspectivas latinoamericanas para el año 2000 (II)

por Contacto/OB

Las crisis son oportunidades en las que es posible o es necesario revisar las políticas y orientaciones de mediano y largo plazo, tarea que normalmente aparece íntimamente relacionada con la recuperación del crecimiento y de los equilibrios macroeconómicos.

En el año 2000 los países de América Latina y el Caribe que enfrentaron los mayores problemas en el año 1999 tienen que afrontar decisiones en algunas áreas prioritarias para su desarrollo de mediano plazo. Un primer tema es el de los esquemas subregionales de integración. La evolución de 1999 ha sometido al MERCOSUR a grandes tensiones, originadas en el estancamiento brasileño y en el contraste entre un tipo de cambio devaluado y flotante en Brasil y el tipo de cambio fijo argentino. Todo indica que los gobiernos recién elegidos enfrentarán estos problemas pues en esencia siguen sustentando como instrumento central de su desarrollo una mayor integración regional. En la medida que Brasil y Argentina recuperen su crecimiento y mantengan vivo el esquema de integración, esto traerá indudables beneficios tanto para el resto de los miembros del MERCOSUR como para países como Chile y Bolivia.

No menos importante resultará la forma como Ecuador, Colombia y Venezuela, afronten sus crisis políticas y la medida en que logren poner en marcha su proceso de inversión. En el caso de Venezuela, la vuelta a la política de cuotas de la OPEP pudiera aparecer contradictoria con su política de expansión de la producción petrolera a mediano y largo plazo; sin embargo, se espera un incremento del gasto público social y de infraestructura, basado en los ingresos derivados de la subida del precio del petróleo. En el caso de Ecuador, después de años de un crecimiento muy reducido, parece imperioso que el país logre abrir nuevas áreas de inversión. En cualquier caso la recuperación del comercio intrarregional debiera resultar especialmente beneficiosa para Colombia.

La caída en el precio de las materias primas en el bienio 98/99 obligará a revisar muchos de los proyectos de inversión a largo plazo en el área de los recursos naturales. Naturalmente, existen proyectos en ejecución, y están en plena expansión la introducción de nuevas tecnologías o la expansión de áreas en el sector agropecuario. En la medida que los precios sigan bajos es posible que las nuevas producciones desplacen a otras más antiguas, ya sea en los propios países, en otros países de la región o en otros países del mundo. En cualquier caso no debiera esperarse que en el año 2000 la inversión en el área de los recursos naturales tenga el vigor de los años previos.

Las reformas institucionales, y en particular las privatizaciones, han abierto espacios en la región para la expansión productiva en áreas tales como la energía, las telecomunicaciones y la infraestructura física. No cabe duda que en muchos países podrían desencadenarse importantes procesos de inversión en la medida que las políticas gubernamentales de reglamentación, las demandas insatisfechas, y la acción de agentes privados de gran envergadura económica obren en ese sentido. Se trata de focos dinámicos en los que se requiere llevar adelante negociaciones que equilibren los intereses de los consumidores y los de las empresas en áreas que son monopolios naturales. Están en juego reglamentaciones técnicas y de participación en mercados, condiciones de rentabilidad para los inversionistas, garantías de servicios y precios para los usuarios, compromisos de inversión y en muchas ocasiones temas asociados a la participación del capital extranjero. No es por lo tanto fácil suponer que en el plazo de un año se pongan en marcha simultáneamente muchos proyectos de este tipo, pero en algún grado la política institucional de los gobiernos podría lograr la materialización de inversiones en áreas en donde la negociación está avanzada.

La evolución macroeconómica de 1999 puso en evidencia la persistencia y el carácter relativamente estructural de los déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. El hecho de que el mercado de las materias primas haya sido en general tan desfavorable para la región y que el endeudamiento externo esté en niveles muy elevados hizo que, a diferencia de los países del Asia que sufrieron la crisis de 1997/98, la aguda contracción de las importaciones fuera insuficiente para lograr un equilibrio o un bajo déficit de la cuenta corriente. A este respecto existen diferencias entre países como Chile, en donde la balanza comercial mostraba un aceptable equilibrio antes de la caída de los precios de las materias primas y en especial del cobre, y en donde el financiamiento externo tenía la contrapartida una de rápida expansión proyectada de las exportaciones; y países como Argentina y Brasil en los últimos años, en donde esto no ocurría.

Frente a esta situación, y al hecho de que muchos países tuvieran una devaluación real durante 1999, se ha reanimado el debate en torno a los tipos de cambio y a la fijación de una estructura de precios que coopere a restablecer el equilibrio comercial de mediano plazo. Este tema se retomará más adelante. De consolidarse esa nueva estructura de precios, se gestarían condiciones favorables a la actividad interna y a las exportaciones. Al mismo tiempo, se espera, como hemos visto, una reactivación de los países del Asia anteriormente en crisis y el mantenimiento del dinamismo en los países desarrollados, todo lo cual debiera desembocar en una mejoría de los mercados de las materias primas. De este modo, si a un cambio en la política interna de precios se suma una mejoría externa, debiera lograrse una mejoría en la balanza comercial y en el nivel de actividad de muchos sectores.

Los efectos de la devaluación serán sin embargo negativos para los sectores endeudados en dólares. Teniendo presente el elevado endeudamiento externo de la región, este hecho podría ser restrictivo especialmente en casos tan importantes como el del sector público brasileño. No menos preocupante es la situación de los spreads que vienen mostrando las tasas de interés a la que muchos de los gobiernos tienen acceso para renovar sus bonos. Cabe recordar que varios países tienen durante el año 2000 importantes vencimientos. A este respecto el papel que puede jugar el sistema público internacional (por ejemplo, garantizando nuevas emisiones) resulta de gran importancia. Por su parte, la captación de capitales privados de corto plazo pasa en esta circunstancia por el establecimiento de tasas internas de interés elevadas que, como ya se ha dicho, han resultado extraordinariamente recesivas.

Una recuperación de los precios de las materias primas y una mejoría en la situación de los países del Asia podría reducir o anular el carácter deflacionario que viene teniendo la economía internacional. En estas circunstancias los países latinoamericanos podrían dejar de disfrutar de las ventajas que en el área inflacionaria tuvo la situación previa. Tampoco debe olvidarse que en ocasiones los precios de los servicios básicos prestados a los hogares fueron utilizados como herramientas para la estabilidad de precios, situación no siempre fácil de mantener en el tiempo.

Otro cambio importante que se notará en el año 2000 en la situación fiscal, es el fin en muchos países de los ingresos extraordinarios provenientes de las privatizaciones. Esas privatizaciones (así como las inversiones en recursos naturales antes reservados al Estado) debían teóricamente gestar, una vez efectuadas, importantes ingresos tributarios; pero aparentemente fueron realizadas bajo condiciones muy favorables para los inversionistas, por lo cual no se está obteniendo el nivel de ingresos esperados. Cabe recordar que en varios países el déficit fiscal alcanzó niveles elevados. A este respecto cabe preguntarse si en las condiciones latinoamericanas se terminarán aceptando déficits como los que parecen haber colaborado a la recuperación del Asia, o si por lo contrario, los países más deficitarios adoptarán una política que tienda a la recuperación de los equilibrios. En general, los márgenes de maniobra son estrechos tanto por la reticencia al incremento de los impuestos, como por las dificultades de reducir gastos en períodos recesivos.

En resumen, partiendo de este conjunto de factores, las proyecciones que se presentan a continuación para los países de América del Sur se sustentan en una débil recuperación del proceso de inversión, una mayor recuperación de los niveles e ingresos de las exportaciones y una moderada expansión del consumo. El margen de la recuperación seguirá limitado por los problemas de balanza de pagos y por la situación fiscal en mucho países. No obstante, en la medida que se consolide un mejor equilibrio de la balanza comercial, que ésta se vea asociada a una política de mantención de un tipo de cambio más elevado, y que se geste en este sentido una mayor confianza externa, es posible que se consiga una paulatina caída de los spreads, lo que favorecería las perspectivas del año 2001. Un efecto similar podría tener la puesta en marcha de nuevas políticas de mediano plazo para facilitar la inversión en los sectores de energía, telecomunicaciones e infraestructura básica. El logro de una mayor coordinación macroeconómica entre Argentina y Brasil y medidas transitorias que compensen sus actuales diferencias cambiarias, debieran también llevar a una recuperación del comercio interregional con sus ya descritos beneficios para el mercado interno y el empleo.

Varios países del Cono Sur seguirán enfrentando condiciones difíciles al comienzo del año 2000. Argentina enfrenta un significativo déficit fiscal y una deuda externa considerable. De este modo el nuevo gobierno deberá enfrentar problemas de financiamiento interno y externo. No resulta fácil contraer el gasto público y posiblemente se recurrirá a incrementos en los impuestos. El déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos alcanzó a 11.800 millones de dólares en 1999, y fue originado en un alto porcentaje en el pago de factores. Se espera que las exportaciones argentinas aumenten moderadamente, teniendo presente que según las perspectivas actuales, los precios de los principales productos de exportación no mostrarán incrementos significativos; por su parte, el financiamiento externo deberá dedicarse en gran medida a la renovación de un endeudamiento público externo significativo. Existirá por consiguiente un margen para incrementar las importaciones, pero éste será bastante acotado, por lo que no parece posible lograr expansiones productivas que reactiven significativamente las importaciones. Este último factor se ve agravado por la devaluación brasileña que viene originando importantes conflictos comerciales. Por todos estos motivos, y en el supuesto de que Argentina consiga equilibrar en parte sus cuentas fiscales y financiar sus cuentas externas, se espera una recuperación del orden del 2.5%; un mayor financiamiento fiscal y externo haría posibles tasas de crecimiento algo mayores. Se espera un mantenimiento de los déficit en cuenta corriente con un pequeño incremento del déficit comercial y alguna reducción de las tasas de interés externas que se pagaron en 1999.

Brasil, como ya se dijo, viene mostrando alguna sustitución de importaciones que se podría consolidar en la medida que la tasa real de devaluación siga siendo elevada. Además el valor de las exportaciones podría finalmente subir, aunque lo haría fundamentalmente por el lado de las exportaciones manufactureras. Los principales obstáculos siguen radicados en el alto endeudamiento público interno y externo, en las dificultades para reducir la tasa de interés real más allá de lo logrado en 1999, y en algún grado de rebrote inflacionario en los últimos meses de 1999. A la vez, es aún prematuro esperar que se ponga en marcha con gran intensidad una expansión de las inversiones como fruto de los procesos de privatización y de la apertura al sector privado de la inversión en energía, telecomunicaciones e infraestructura física. En estas circunstancias se prevé un crecimiento del orden del 3.5% y una situación de cuenta corriente en la balanza de pagos similar a la lograda en 1999. No obstante, debe tenerse presente la extraordinaria capacidad de oferta de la economía brasileña que, de lograrse éxitos en la reducción de las tasas de interés, podría con la nueva estructura de precios dar margen a tasas más elevadas de crecimiento.

Chile presenta mejores posibilidades de recuperación debido a que hacia fines de 1999 ya se estaban logrando tasas positivas de crecimiento, que se había logrado un superávit comercial y que el país tiene acceso al endeudamiento externo a tasas de interés razonables. A la vez, las tasas de interés han vuelto a niveles parecidos a los previos a la crisis y la situación fiscal se encuentra entre las más sólidas en la región. Por ello se espera una tasa de crecimiento en el año 2000 cercano a 5.5% y un déficit de cuentacorriente de alrededor de 1.100 millones de dólares. Este resultado se vería favorecido con una recuperación de los precios de los minerales en el comercio internacional. La caída de las tasas de interés y una paulatina recuperación de la confianza en las perspectivas del crecimiento debieran llevar también a una recuperación del consumo y la inversión privada.

La recuperación de Argentina y Brasil debería favorecer también la de Uruguay, Paraguay y Bolivia. Para Ecuador, Colombia y Venezuela, se espera en el 2000 una leve recuperación de la importante caída del producto del año anterior que alcanzaría alrededor del 2%. Esto representa aproximadamente un tercio de lo perdido en 1999. En estos países las situaciones política y económica se han venido realimentando y por tanto una mejoría en lo político coadyuvaría a la recuperación económica. El alza de los precios del petróleo, que se prevé se mantendrá en niveles relativamente altos en el año 2000, favorecería a estos tres países. A la vez, la consolidación de la situación financiera puede ser un elemento de vital importancia para la reactivación, especialmente en el caso de Ecuador, circunstancia que depende a la vez de la posibilidad de tener acceso al financiamiento externo.

México, República Dominicana y los países centroamericanos, debieran aprovechar en el año 2000 la fortaleza que sigue mostrando la economía norteamericana, la mantención de sus focos dinámicos de inversión y la mejoría en los precios de las materias primas. De este modo, para estos países se prevé en general un moderado incremento de sus tasas de crecimiento.

República Dominicana mantendría elevadas tasas de crecimiento, en tanto en México éste aumentaría hasta 4.5%, tasa a la que se acercó el segundo semestre de 1999. El déficit comercial y en cuenta corriente del año 2000 serían en México levemente menores a los de 1999, acentuando una tendencia que muestra una mayor sustentabilidad de la modalidad de desarrollo en el mediano plazo. No obstante cabe recordar que este país aún presenta importantes rezagos sociales derivados de la crisis de 1995 y que su situación bancaria y financiera sigue significando un costo fiscal potencial de gran envergadura.

Los países centroamericanos seguirán mostrando tasas moderadas de crecimiento en torno al 4% con la excepción de Costa Rica, en donde Intel seguirá incrementando su producción, y de Nicaragua, que sigue obteniendo tasas más elevadas propias de un período de recuperación de la profunda crisis que sufrió en los 80 y 90; al tener este país una estructura menos diversificada que México en sus exportaciones, su dependencia del mercado norteamericano parece ser aun más acentuada.

De este modo, la región en su conjunto lograría una tasa de crecimiento algo menor a 3.5%, en tanto, que seguiría requiriendo de un financiamiento externo que nuevamente se acercaría a los 50 mil millones de dólares, no obstante mostrar una pequeña reducción en comparación con 1999.


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