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NO NOS SENTIMOS BIEN

por Carlos Matute

                                             

 

 

"No nos sentimos bien. Esto viene desde la mañana, tal vez por el viento caliente que soplaba al amanecer, antes de que naciera este sol aquitranado que dio en la casa todo el día. Nos cuesta atender a los animales enfermos-esto se hace a las once- y revisar las crías después de la siesta. Nos parece cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola noche de desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina irreparable de nuestra vida." Por eso, tratamos de resistir aún cuando nuestras fuerzas se van mermando por esta especie de enfermedad que nos tiene como acorralados, semiparalizados aunque nunca desfallecidos del todo. Creemos que las plantas de nuestro jardín, a esta hora, tienden a petrificarse por efecto del aire cálido que no ha cesado de envolver nuestro territorio. Ni siquiera el agua que le suministramos puede hacerlas revivir, dispuestas ya a convertirse en sólidas invitadas de piedra. Lo mismo pasa con las mariposas, cuyo aleteo se ralentiza  tan seriamente que las cogemos con los ojos cerrados, inánimes, como hojas que caen en otoño. No mejoramos. Un nuevo día es peor que el otro. Aunque todavía seguimos cuidando con suma atención de las mancuspias, la razón de nuestra vida. No vamos a claudicar a pesar de que nuestros pies parecen anclarse en la tierra y muchas veces no podamos atender a los animales enfermos que, poco a poco, se han fosilizado en la granja por este azote terrible que nos aflije de modo tan brutal. Sólo las crías han sobrevivido unos días más porque después de la siesta parece que nos encontramos ligeramente mejor- una media hora, aproximadamente-en el que el dolor y la rigidez parecen mitigarse y nos permite revisarlas como es debido. Luego, vuelve el mismo síntoma de pesadez en los párpados, sequedad en la boca  y otra vez la sensación de parálisis total en los miembros. Y, viene la noche. Las mancuspias nos esperan. Se necesita toda una increíble organización para que todo salga como es debido. Cada uno de nosotros es indispensable a la hora de atenderlas. Con un bestial esfuerzo conseguimos nuestro objetivo. Al acabar, las mancuspias se despiden de nosotros, ajenas a la enfermedad y a la inmovilidad que no les afecta. Ellas son la razón de nuestra vida. Sin ellas, todos estaríamos tan muertos y petrificados como todo lo que nos rodea, porque nada importa nada, a excepción de las mancuspias.        

 

 

                                               Carlos Matute (27/1/03)

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