Tierra buena, frondosa en verduras, con naranjos, manzanos y espigas,
y que fueran las aves amigas a robarse las frutas maduras.

Una casa en la audacia de un cerro donde humilde y dichoso viviera
en unión de mi fiel compañera, de mis libros, un tiple y un perro.

Quiero, en fín, en las noches más bellas recluirme en la paz de mi olvido
y soñar como un niño dormido que soy un millonario de estrellas.

En el campo, refugio seguro, la conciencia del hombre es más blanca,
la amistad es más noble y más franca, y es más simple el amor y más puro.

Regresar alCancionero.