A DIOS

Los valles sus aromas, sus cánticos las aves, 
sus ruidos misteriosos las olas de la mar, 
las auras sus murmullos que plácidos y graves 
en los sombríos bosques escúchanse sonar;

el astro de su esencia la luz vívida y pura,
el cielo sus celajes, el sol su resplandor,
y todo cuanto alienta te ofrece su hermosura,
y todo cuanto existe te llama su Señor.

Que tú das a los orbes las leyes de armonía 
que rigen y modulan su rápido girar. 
Que tú das a las aves su dulce melodía 
y eres Señor y dueño de cielo, tierra y mar.

Por ambición cegado y en la locura el hombre 
oscureció las luces de tu Divino Ser, 
para comercio infame sirvióse de tu nombre 
y reino de este mundo tu reino quiso hacer.

En templos suntuosos de deslumbrante fausto 
ofrece sacrificios, te da impura oración, 
sin ver que no es acepto a Dios más holocausto 
que férvida plegaria de puro corazón.

Más tiempo no permitas que el alma esté sumida
en las oscuras nieblas que esparce la impiedad; 
no quieras que a los ojos del hombre esté escondida
sino que brille pura la luz de la verdad.

¡ Señor! ¡ Señor!, escucha benigno nuestro acento;
tus hijos te olvidaron, pero hijos tuyos son. 
¡Aclara con tus luces, Señor, su entendimiento! 
¡Abrasa en dulce fuego, Señor, su corazón!

J. A. Pérez