A JESÚS
Aun más que aquella noche de amargura,
cuando tus propias lágrimas bebiste
en el huerto de Olivos, donde viste
lo frágil de la humana criatura;
aun más que tu doctrina de ternura,
que ennoblece de ensueños cuanto existe
y nos apena, cual la luna es triste
de tan sola que marcha por la altura;
aun más que tu dolor, cuando derramas
una sangre de día que amanece;
y la verdad que en un desierto clamas;
Dios mío, me emociona y entristece,
comprender que tu espíritu padece
una angustia mayor: ¡que tú nos amas!
Pedro Miguel Obligado