A LA MAESTRA DE MIS HIJOS

La luz de tus ojos llevarán sus ojos, 
calor de tus manos llevarán sus manos 
toda tu ternura, mujercita buena, 
prenderá en sus labios.

De regreso vienen, luz en las pupilas, 
guindas en los labios, alegría sana, 
mostrándome abiertos sus corazoncitos... 
¡sencillez ingenua de su tierna infancia!

Y me cuentan todas sus pequeñas cosas,
que son cosas grandes para mí.
Me cuentan,
y yo interiormente digo una plegaria
en acción de gracias para ti, maestra.

Veo tu sonrisa, en su sonrisa, 
tu mirar sereno, en su mirada, 
toda la dulzura de tu verba, 
en el suave dulzor de su palabra...

Tu los guías así por el camino 
que nunca olvidarán... ¡Feliz infancia, 
que posee el tesoro de una madre, 
y una maestra como tú, sensata!

Yo he volcado mi amor, toda mi vida, 
mis virtudes, dulzuras y ambiciones, 
en estas dos almitas que te entrego. 
¡Mejorará mi obra tu alma noble! 
¡Y mi sencillo corazón de madre 
se elevará hasta ti en acción de gracias!

Virginia Nessi de Fernández