A MI PADRE

Papacito mío, 
papacito bueno, 
¡cómo te recuerdo 
sentado a la mesa 
en gran reflexión!

Mas siempre tenías 
para tu chiquito 
juegos y canción.

Y cómo me pesa 
no haberme en tu pecho 
recostado más,

¡y escuchar ansioso 
el latir pausado 
de tu corazón!

N. A. de Laguna