ACTO DE CONTRICIÓN
¡Pequé, pequé, Señor, en tu presencia;
osado te insulté! Fui tu enemigo;
mas perdón; justifica tus promesas,
y venza la piedad en tus juicios.
Sé que soy delincuente; mas, ¿qué mucho,
si vengo de un origen tan indigno,
si nací de mi madre en el pecado,
y en un mundo tan torpe y corrompido?
Mas tú, que la verdad amas piadoso,
te has dignado mostrarme, compasivo,
de tu sabiduría los secretos,
y de la confesión el beneficio.
Allí me rociarás con el hisopo
con la sangre preciosa de tu Hijo
me lavarás, y quedaré con ella
más blanco que la nieve y el armiño.
A mis oídos les darás entonces
con tu perdón, consuelo y regocijo,
y mis huesos exánimes y yertos
serán ya de tu cuerpo miembros vivos.
Porque si tú quisieras otra ofrenda,
ninguna te negara el amor mío;
pero no quieres tú más holocausto
que un puro amor y un ánimo sumiso.
Un espíritu fiel y atribulado
para ti es el más digno sacrificio,
y nunca has despreciado los clamores
de un corazón humilde y compungido.
Pablo de Olavide