CANTO DEL JUSTO

Pecho, el de mi Cristo, 
más que los ocasos, 
más ensangrentado; 
desde que te he visto 
mi sangre he secado.

Mano de mi Cristo, 
que como otro párpado 
tajeada llora; 
desde que te he visto 
la mía no implora.

Brazos de mi Cristo, 
brazos extendidos, 
desde que os he visto 
existe mi abrazo.

Costado de Cristo, 
otro lado abierto 
regando la vida, 
desde que te he visto 
rasgué mis heridas.

Mirada de Cristo, 
por no ver su cuerpo 
al cielo elevada; 
desde que te he visto 
no miro mi vida 
que va ensangrentada.

Cuerpo de mi Cristo, 
te miro pendiente, 
aún crucificado. 
Yo cantaré cuando 
te hayan desclavado.

¿Cuándo será, cuándo? 
Dos mil años hace 
que espero a tus plantas 
y espero llorando.

Gabriela Mistral