COMUNIÓN
Si yo fuera perfecto, Señor, y sin pecado,
fueras tú sólo un mito trivial y sin sentido;
pero tú mismo dices que por eso has venido:
por aquellos, que enfermos, requieren tu cuidado.
Para el sano, ¿a qué darle tu cuerpo desgarrado?
Para el puro, ¿a qué darle tu cuerpo ya partido?
Para aquel que de nada se siente arrepentido,
¿a qué la roja fuente que fluye de tu costado?
razón te niega, la carne te proclama;
perfecto te duda, te afirma el pecador;
soberbio te odia, el humilde te ama;
y el que lucha en la sombra como Jacob y grita
impetrando angustioso tu bendición gratuita,
¿no es pregón que confirma tu verdad, Salvador?
Ángel Mergal