¡CRISTIANOS!

Bajo el cielo infinito, ya tú lo ves, Señor,
nadie sigue ni entiende tu doctrina de amor.
Se desatan los odios, se ensangrientan las manos,
la tierra sólo alberga esclavos o tiranos.

Nos enseñaste a amar, pero no a aborrecer,
nos prohibiste usurpar, y al contrario, ceder;
nos mandaste enseñar, pero nunca forzar;
nos dijiste morir, pero. . . ¿cuándo matar?

Bajo el cielo infinito, ya tú lo ves, Señor,
nadie sigue ni entiende tu doctrina de amor.
La que al enemigo lo convierte en hermano;
la que vuelve a la vaina la espada del tirano;
la que al señor transforma en siervo
de su siervo, la que trueca en dulzura el rencor más acerbo.

Si los hombres, cegados por sus malas pasiones,
hinchan de odio los pechos, multiplican prisiones,
no comprenden tu ley que hace darse las manos;
si la encuentran absurda... ¡no se llamen cristianos!

Scherezade