DAME, SEÑOR

Dame, Señor, de las flores bellas 
los aromas;
de la alondra arrulladora 
el canto suave;
de los pinos viejos, de tos altos eucaliptos 
la firmeza;
de los bosques montañeses 
la frescura...
Para ser cual renuevo de hermosura 
en el bello jardín de tu grandeza.

Vaya tu paz 
junto a mi nave, 
por las aguas borrascosas 
de la vida.
Sea tu amor ¡Señor!
mi guía
en el caos de esta noche 
tormentosa.

¿Dónde hallará paz sin ti 
mi alma?
¿Do buscar en las tinieblas 
del pecado
la claridad, la eterna calma, 
que tomar sólo es posible 
de tu lado?

¡Sólo en ti, Señor, 
la luz habita! 
¡Sólo en ti, 
la vida venturosa!

Carlos D. Perrone