EL CONSUELO DE LA AMISTAD
¡Pobres seres caídos
y que el dolor tortura!
Almas atribuladas
que el llanto aquilató;
tras vuestras largas horas
de horror y de amargura
encontraréis el bálsamo
de un saludable amor.
Con nadie el infortunio
se ensaña hasta el extremo
que al bien de la esperanza
le fuerce a renunciar;
tal vez en los momentos
de su dolor supremo
le extenderá solícitos
sus brazos la amistad.
Tal vez encuentre entonces
un generoso amigo
que venga su desgracia
con él a compartir,
y asido de la mano
le diga compasivo:
"¿Cómo pudiste solo
tanto dolor sufrir?"
Miguel Antonio Caro