EL CÁNTARO Y EL ALFARERO

Y el Señor hizo al hombre como un cántaro
para guardar el agua de la vida,
el puro soplo descansó en el barro
y tuvo el infinito su medida.

Según la voluntad del alfarero
el destino del cántaro se labra,
anima el polvo misterioso acento
y produce el "vacío" su palabra.

Pero a veces quebrada es la vasija,
de modo que inexhausta en su bondad
vaya vertiendo el agua de la vida,
gota a gota, en amor y caridad.

Vaso de sombra y luz, cáliz nocturno,
melancólica forma que precisa
el signo obscuro del dolor del mundo,
¡y rebosa de llanto y de ceniza!

Hasta que al fin el mágico alfarero,
apiadado de su obra, triste y bella,
colma en rocío, el cántaro, de cielo,
¡y rebosa de llanto y de ceniza!

Fernán Félix de Amador