EL SALMO DE LA VIDA
¡Oh!, no me digas que la vida "es sueño",
triste salmista, en tu cantar amargo,
porque el alma no vive en el letargo
que es de la muerte pálido diseño.
La vida es real y su destino es serio,
y no es su fin en el sepulcro hundirse;
que "ser polvo y en polvo convertirse"
no es del alma el divino ministerio.
Ni es del hombre la senda o el destino,
el reposo, el dolor ni la alegría,
sino la acción, para que cada día
avance una jornada en su camino.
Que la ciencia es muy larga, el tiempo estrecho,
y el corazón más varonil y fuerte,
bate el fúnebre paso de la muerte
cual velado tambor dentro del pecho.
¡En el vivac del mundo, alza tu escudo!
¡En el campo de acción, arma tu diestra!
¡Sé un héroe de la vida en la palestra
y no el rebaño que se arrea mudo!
Del porvenir los pasos son inciertos:
vive y obra sin tregua en el presente,
¡ tu corazón en ti, Dios en tu mente,
deja al pasado sepultar sus muertos!
Los héroes que en tu mente divinizas
te muestran que la vida es noble y bella,
y ellos te enseñan a estampar la huella
del tiempo en las arenas movedizas.
Tal vez algún hermano fatigado,
náufrago de los mares de la vida,
recobre aliento en su alma decaída
al encontrar tu paso señalado.
¡De pie, en acción, en varonil pujanza!
Y el corazón dispuesto a todo evento,
sigamos de la vida el movimiento
guiados por el trabajo y la esperanza.
Henry Waclsworth Longfellow Bartolomé Mitre (Traductor)