EL VERSO ÚNICO
Quiero cantar un verso sagrado, un solo verso,
que resuene, en las cuerdas de una lira inmortal,
todas las vibraciones del gigante universo,
todas las maravillas del mundo sideral.
Un verso en que palpiten, abiertas y sangrantes,
todas las viejas llagas del humano dolor,
como constelaciones de estrellas parpadeantes
que en su fulgor doliente bendicen al Señor.
Un verso en que florezcan todas las alegrías,
-buenas Samaritanas del pozo de Sichar -<
que son, en el silencio de las noches sombrías,
preludio fugitivo de un eterno cantar.
Un verso en que restallen todos los anatemas
contra los enemigos de mi Dios y Señor,
cual látigos de acero que en sus bocas blasfemas
abran surcos sangrientos de un acerbo amargor.
Un verso en que palpiten, cual rojos corazones,
todas las purpurinas rosas de caridad;
un verso en que sollocen las muertas ilusiones,
- ¡alas rotas que oscilan sobre la inmenssidad!
Un verso en que fulguren todos los castos lirios
- Luceros en la sombra - que en su huertoo interior
fecundan con la sangre de ignorados martirios
las vírgenes del claustro, prisioneras de amor.
Quiero cantar un verso sagrado, un solo verso
que brote de las cuerdas de una lira inmortal,
y despliegue sus alas por todo el universo,
- ave de luz, bañada en fulgor sideral-.<
Un verso perfumado con flor de pasionaria,
un verso palpitante de amor y de dolor,
que suba hasta los cielos como inmensa plegaria
de este mundo de tristes a su Padre y Creador.
Y una Voz de los cielos murmura mansamente:
"¡Hace ya veinte siglos que, enclavado en la cruz,
canta el único verso, moribundo y doliente,
en la sombra desierta del Gólgota, Jesús!"
Gabriel Méndez Plancarte