ENTRA, SEÑOR

¡Éntrate por las puertas de mi casa
e inúndala, Señor, de tu dulzura;
trueca mi hierba en rosas de ternura
y con la adelfa del pecado arrasa!

Haz que mi amor, que en tu piedad se abrasa 
se haga roca y diamante de luz pura; 
haz, Señor, que tu clara donosura 
sea en mí resplandor que nunca pasa.

He menester, Señor, de tu grandeza 
y de tu dulce y fuerte poderío 
para ahuyentar mi sombra y mi tristeza.

Desciende a mí, Dios santo, hecho rocío 
y veré transformarse mi maleza 
en nardos fieles para el llanto mío.

Alfredo R. Bufano