ESPERANZA

¡Ah... si todos tuvieran el secreto 
de mantener latente su esperanza! 
Si todos penetraran el misterio 
de una mañana en lontananza 
y pudieran tener por aquel tiempo 
esperado y fatal, plena confianza...

Si los hombres no se fiaran de sí mismos; 
si la ciencia su soberbia abandonara; 
silos pueblos no sufrieran espejismos; 
y la paz en el mundo se afianzara... 
¡Entonces triunfaría el cristianismo, 
pues la esperanza en Cristo es la que ampara!

Esperar, es confiar en algo bueno, 
es tener una guía en el sendero, 
es seguir aquí abajo, en lo terreno, 
la huella luminosa del Lucero 
que fue vista: Jesús el Nazareno, 
el que es Uno con Dios, y es verdadero.

Por eso, mi esperanza puesta en Cristo 
es certeza de amor, de eterna vida. 
Es la Jerusalén, la que yo he visto 
nimbada en nueva luz, esclarecida, 
gozando la promesa que ha provisto 
el pacto con mi Dios: ser redimida.

Roberto M. Olivera