GETSEMANI

Yo te encontré, Señor, en el huerto sagrado;
vi tu frente perlada de sangre y de sudor;
y oí tu voz tan triste diciendo: "Padre amado,
pase de mí este cáliz si es posible, Señor".

Como a un tiro de piedra los tuyos se dormían,
ajenos e ignorantes de tu inmenso dolor,
y tus labios divinos sin cesar repetían:
"Tu voluntad sea hecha, no la mía, Señor".

Y al mirarte tan solo y en aquella tristeza,
mi alma se dispuso contigo allí a quedar;
mas, como los discípulos no tuve fortaleza:
mis ojos se cerraron y no pude velar.

V. Ch. de Villaronga