HIMNO DE ADVIENTO
Señor, Señor: no hay nada
que en el dolor del mundo
no espere con profundo
deseo tu llegada.
La tierra desvalida,
con toda su tristeza,
reposa en la certeza
final de tu venida.
Y el mar, el mar inmenso,
con toda su amargura,
descansa en la segura
verdad de tu descenso.
La larga noche aguanta
su sombra dura y terca
pues nota que se acerca
tu aurora eterna y santa.
Y el sol desfalleciente
soporta su agonía
pues ve la cercanía
del tuyo sin poniente.
El hombre dolorido
se encierra en su alma oscura,
buscando en su negrura
tu brillo prometido.
Y atento a lo más hondo
de su inmortal esencia
vislumbra la inminencia
de tu esplendor sin fondo.
Señor, Señor: apura
tu paso compasivo
hacia el lugar nativo
de toda desventura.
Traspasa el silencio
vacío que separa
la eternidad preclara
y el tiempo tenebroso.
Y ven con tu alegría
segura y duradera
a quien con fe sincera
te espera noche y día.
Francisco Luis Bernárdez