JESÚS
El viejo paganismo dirigía
mirada ansiosa al porvenir distante
cuando Jesús, aurora refulgente,
en la noche del mundo amanecía.
Amaba el infortunio. Se nutría
de paz y de verdad con fe gigante,
y por los montes de Judea, errante,
nueva luz en las almas encendía.
Humillaba al soberbio, al altanero,
sembraba caridad en su camino,
abría el corazón al pordiosero;
y víctima expiatoria del destino;
y más grande que Sócrates severo,
expira bendiciendo a su asesino.
Leopoldo Díaz