JESÚS Y YO

TU ERES luz, mi Señor: yo soy tinieblas. Tú, fortaleza; yo, debilidad. Tú eres justicia, mas yo soy pecado. Amor tú eres; yo sólo maldad. Tú eres paz; yo turbulencia.

Tú eres el pan de vida: yo, mísero y hambriento. Tú, fuente de aguas vivas; yo, viajero sediento, agonizando en un infinito desierto de arenas movedizas.
Tú, de dulzura y gozo el alma llenas; pero yo aun al que me ama lo hago sufrir
mucho. Tú eres el Rey de reyes y Señor de señores; yo soy sólo un esclavo del poder del maligno.

Tu vestidura es blanca cual la nieve; mas yo llevo harapos andrajosos sobre mi. Tú eres la vida eterna: yo muerto soy por causa del pecado.
Y así anduvimos muchos años por sendas diferentes: tú me buscabas, y yo no sabía hacia dónde iba.

Un día nos encontramos, o más bien... me encontraste; te contemplé un instante, y me sentí motivado a renacer. Escuché claramente tu invitación tierna y redentora:
"Dame. hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos". Pero por momentos me pareció imposible librarme de los lazos que me ataban al mal.

Miré tus ojos: allí se reflejaba el divino poder de la verdad que liberta al cautivo sin esperanza. Vacilé durante algún tiempo, pero entre tanto resonaba en mis oídos tu dulce voz diciendo: "jSígueme!" Tu llamada de amor fue irresistible, y respondí con mis ojos inundados de lágrimas: "Sí, mi Señor, vuelvo contigo".

Al instante me despojaste de mi abrumadora carga. ¡Milagro! ¡Obraste el gran milagro! ¡Me transformaste en nueva criatura conforme a tu promesa!
Comprendo que no sólo quieres andar conmigo, sino morar en mí. He abierto las puertas de mi corazón; te he recibido, mi Salvador. Eres huésped eterno en mi vida.

Ahora puedo decir como el apóstol Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20)
"Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo" (Salmo 40:2-3).

Jesús perdonó la maldad de mi pecado; me ha dado fe en lugar de incertidumbre; desplazó mis tinieblas con su luz; puso fortaleza en lugar de debilidad: cambió mi angustia en felicidad plena; llenó de gozo espiritual todo mi ser.

Sí. ahora puedo sonreír desde lo profundo de mi corazón y mostrar al mundo la esperanza de la salvación.
El Señor desea hacer lo mismo por cada ser humano cuyas condiciones sean semejantes a las mías. Si éste es tu caso, amigo lector, te invito a hacer la prueba y te convencerás de que "si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:1 7). 

HILARIO CABA DE LA CRUZ