LA CARGA

Jesús, yo agonizaba lloroso y agobiado, 
sin ánimo ni esfuerzos en mi debilidad, 
porque era mucho el peso de todo mi pecado, 
¡y yo ya no podía con tanta iniquidad...!

Empero, tú miraste mi alma gemebunda 
vagar buscando alivio con angustioso ardor, 
y ungiendo mi cabeza con tu piedad profunda 
sobre ti mismo echaste mi carga de dolor.

Por eso ya no quiero pecar... Sería mucha 
mi ingratitud, oh Cristo, si te pagara así, 
y el alma que aliviaste, contra el pecado lucha, 
no sólo por sí misma, sino también por ti...

Por ti... pues cuando peco, mis culpas homicidas 
flagelan tus espaldas sin conmiseración. 
Por ti... pues cuando peco, se ahondan tus heridas 
y pesa un nuevo fardo sobre tu corazón...

Gonzalo Báez Camargo