LA CRUCIFIXIÓN
Que doblen sus cabezas los rosales,
puesto que la de Cristo periclita,
que enmudezca la voz de aquel que grita
pues calla el dulce Rey de los cristales.
Que se doble la punta a los puñales,
que es puñal cada espina que le irrita;
que duerma el mundo, porque ya dormita
quien adurmió culebras y zarzales.
Y que todo se apague o que suspire,
la estrella con la llama que tremola,
Jerusalén cercano no respire.
La tierra se ha quedado negra y sola;
que el viento, con el gran aliento, expire,
y que la mar no mueva ni una ola.
-Fernández Moreno.