LA HORA SEXTA

I

Temblaron las montañas. 
Rasgóse en dos el velo 
del majestuoso templo.
Hacia Jericó huyeron las aves en bandadas. 
barridas por los vientos, 
las nubes en tumultos se amontonaron rápidas, 
lanzando entre rugidos torbellinos de fuego.

II

Como marchita lámpara, 
Jesús de Nazaret agonizaba. 
La mirada vidriosa, los labios entreabiertos, 
la sangre resbalando de la corona bárbara, 
la cabeza divina, tronchada, sobre el pecho, 
María sostenida por las mujeres santas 
bajo la cruz seguía la pena del misterio.

III

De pronto una voz fuerte más fuerte 
que las ráfagas del viento, 
vino a clamar, omnipotente y santa:
"¡Padre... En tus manos mi espíritu encomiendo!"

Y luego, dulcemente, fue la calma 
vistiendo de divino azul el cielo...

-Claudio Gutiérrez Marín.