LA ORACIÓN

Invisible paloma mensajera 
que en su divino vuelo, 
impulsada por una fe sincera, 
parte del corazón y llega al cielo.

Anhelo indefinible que agiganta 
la luz de la razón en nuestra frente 
y otorga al labio, misteriosamente 
el himno santo que al Eterno canta.

¡Oh, sublime oración! A veces ruedas 
magnífica, encerrada
en una dulce lágrima furtiva, 
y sólo libre quedas 
cuando, deshecha aquella, la mirada 
en el cielo se fija pensativa.

Tú estás en el suspiro del creyente
y en la palabra siempre luminosa,
de quien bendice a Dios porque le siente,
en el gemido del que se arrepiente
y en la voz de la madre cariñosa.

¡Cuántas veces el alma, por la prueba 
constante de la vida, 
en gratitud y amor a Dios se eleva, 
como aroma de flor que el viento lleva 
quien sabe a qué región desconocida!

Porque orar es librarse del pecado,
y es recibir de Dios paz y consuelo,
y es olvidar el llanto del pasado,
y es acercarse poco a poco al cielo. 

Claudio Gutiérrez Marín