LA VOZ DIVINA EN LA TORMENTA

En medio del fulgor de las centellas 
que la noche rasgaban
con recio timbre de profundo bajo 
oí la voz de Dios que hablaba 
desde el tonante retumbar de un trueno, 
y su verbo potente se escuchaba 
mientras bello relámpago de plata 
surcaba el firmamento
y pintaba con fuego
un fugaz trazo de fulgor argénteo:
sonrisa compasiva del Eterno. 

Entonces, asombrado y con anhelo,
percibí en lo profundo de mi ser 
las palabras del Cielo:
"Oh tú, hombrecillo diminuto y débil, 
¿dónde te ocultarás de mi mirada? 
Conozco tus caminos, 
yo te escudriño el alma. 
De tu hazaña lunar
sé que ufano te alabas, 
de tus laboratorios y tu ciencia 
de naves espaciales de leyenda 
con que alcanzar intentas los confines 
del Sol y los planetas. 
Prosigue acumulando 
proyectos fantasiosos de quimeras. 
Tus sueños de grandeza 
contrastan con problemas 
tremendos que te acosan:
panorama de guerras; 
fermento en los hogares 
de rebelión abierta; 
multitudes hambrientas; 
querellas y motines 
delante de tus puertas. 
Conflictos a porfía 
continuos proliferan 
y son señales ciertas 
de angustia de las gentes 
que, azoradas y tensas, 
victimas son de la violencia ciega 
que por doquiera reina; 
o que se enlodan con pornografía 
que con descaro muestras, 
exhibes y comercias, 
mientras eriges atractivos templos 
y espaciosas iglesias 
que engalanas con lujo y con riquezas 
para invocar mi nombre y mi presencia, 
al paso que la eficacia niegas 
de la virtud cristiana que profesas 
formada de apariencias.

"En la Biblia todo esto Yo he anunciado 
mediante mis profetas.
Conocerlo y saberlo tú debieras 
como una cosa cierta. 
¡Hombrecillo culpable, 
has preferido divagar a tientas!"

Así habló Dios. Su acento resonaba 
con recio timbre, muy profundo y grave, 
en el trueno que al cielo flagelaba 
de confín a confín, de parte a parte. 
Pero el estruendo de su voz de fuego, 
perdiendo su rudeza se velaba 
en las gotas de lluvia generosa 
que eran sólo, quizá, sus propias lágrimas.

Este llanto de Dios 
cálido emana 
de su bondad paterna 
y soberana.

Expresión de perdón 
al que entrelaza 
su vida a la de Cristo:
su esperanza.

VÍCTOR E. AMPUERO MATTA