LAS MADRES
(Fragmento)

Alma solitaria que duermes tu niño 
con el sacrificio de tu amor más tierno, 
sin que sobrecoja tu pecho la ira, 
sin que se impaciente tu santo cerebro, 
sin que puedas dejar de ser madre 
ni un solo momento;
alma solitaria que noches y noches, 
todas las larguísimas del lóbrego invierno, 
toda cadena de noches sin número, 
toda tu cadena de insomnios sin término, 
te escucho amorosa meciendo tu cuna, 
te escucho tu niño divino meciendo.

¡Oh, tú sí que sabes al son de tu lira 
rimar grandes versos, 
y tejer tu vida, tu amor, tus entrañas, 
al pasar y volver de tu péndulo!

Hilandera sublime que hilas 
al son de tu cuna los hombres, los tiempos, 
musa excelsa, vestal inmutable, 
¡quién pudiera imitar tus ejemplos 
y arrullar de las penas humanas 
el lloro perpetuo, 
y dormirlas con largas mecidas 
que se escalonaran con ritmos eternos! 
¡Oh madres! ¡Poetas, poetas sublimes!

Vosotras tan sólo sabéis hacer versos; 
la cuna es la lira de todas las razas; 
el cordaje inmortal vuestros dedos.

Salvador Rueda