MI CONSUELO

En las horas más tristes de mi vida, 
en medio del pesar que me atormenta, 
hay una voz sublime que me alienta, 
y un noble corazón que no me olvida.

Son de un ángel de amor todo terneza 
a quien mi corazón no oculta nada; 
pues si callan mis labios de tristeza, 
él la encuentra en mis ojos retratada.

Con la santa bondad, que como padre, 
él atesora con afán prolijo, 
al yerme pensativo exclama: "Hijo, 
no te entristezcas mientras tengas madre:

deja al destino que llenando siga 
tu existencia de espinas y de abrojos:
hay quien enjugue el llanto de tus ojos, 
quien ruegue a Dios por ti, quien te bendiga".

Son esas frases de ternura llenas, 
cual aire puro que me da la vida, 
son las que alivian la fatal herida 
que en mi alma abrieron, sin piedad, las penas.

¡Ojalá que jamás deje de oírlas, 
pues me encantan cual música del cielo! 
Nunca habrá para mí mayor consuelo 
que escucharlas, y luego repetirlas:

"¡No te entristezcas mientras tengas madre!" 
Poema de amor, bendigo tu belleza, 
¡tú serás en mis horas de tristeza 
un reflejo del alma de mi padre!

E. Soliven