¡NI YO TE CULPO!
Y llegóse la turba fariseo,
como torrente de rencor, trayendo
una mujer tomada en adulterio. . .
y un clamor iracundo de tormenta.
Con bárbaro ademán la arrastran. Ella,
pálido el rostro, los cabellos sueltos,
salpico con sus lágrimas el suelo
mientras el tumulto atronador la increpo. . .
Se llegan a Jesús y sus semblantes
sin amor ni piedad, hacen contraste .
con la tierna sonrisa del Mesías...
"Maestro, adulterando fue tomada,
esta mujer. La ley manda apedrearla.
Tú, ¿qué dices?" -tentándole decían.
Jesús trazaba letras en la arena;
sobre el cielo pasaban y pasaban,
llevadas por los aires, nubes blancas,
como una procesión de la Inocencia.
En el fondo incrustaba su silueta
el Olivet; ellos perseveraban,
pidiendo de Jesús que les hablara...
Jesús trazaba letras en la arena.
La pecadora estaba de rodillas
a los pies del Maestro sollozando;
Jesús alza la vista y la contempla.
Y a los fariseos díceles y a los escribas:
"Si alguno de vosotros no ha pecado,
sea el primero y arrójele la piedra".
Y volviendo a inclinarse Jesucristo,
escribía en la tierra con el dedo...
Callaron en oyéndole. ¡A ellos
su conciencia culpábales a gritos!
Entonces, uno a uno, redargüidos,
de la presencia del Señor salieron,
primero los viejos, hasta los postreros...
Sólo quedaron la mujer y Cristo.
Jesús miró; tan sólo desgranaba
la pecadora su sartal de lágrimas.
"¿Dónde están, ¡oh, mujer!, los que te acusan?
¿Ninguno te condena?"
"No... ninguno...
Entonces El le dice con ternura:
"Vete y no peques más...
¡Ni yo te culpo!"
Gonzalo Báez Camargo