ORACIÓN DEL HUMILDE AMOR
Cuando el primer albor de la mañana
encanecía apenas los almendros en flor,
en el pesebre augusto de la miseria humana
aquel hombre sencillo despertó.
De rodillas, postrado sobre la paja tibia,
cantó la gloria del Señor
en cuyas manos pródigas la tristeza se alivia
y prospera el amor.
Dijo: Señor, a mí que soy pequeño
mandas consolación,
haces que brote lirios la piedra donde sueño
y me tiendes la escala de Jacob.
Dijo: Señor, de mí que soy perverso
admites la oración
y mi lágrima aumenta tu universo
y con mi fe te halago el corazón.
Dijo también: Por eso te bendigo,
oh, mi dulce Pastor,
por tu ayuda de Padre y tu piedad de Amigo;
en el perdón te anuncio, te espero en el castigo,
y en la rápida dicha y el eterno dolor.
Y continuó: Señor, en ti confío,
porque has hecho que el mundo sea mi profesor
de esperanza, y que el ave con su inocente crío
construya entre las ramas su cátedra de amor.
Y terminó diciendo: En vano desearía
dudar de ti, Señor;
para expresar tu redención sombría
la aurora es una gran filosofía
y un argumento sólido la flor.
En el pesebre augusto de la miseria humana,
sobre la paja aún tibia de la noche anterior,
así dijo en la gloria feliz de la mañana
aquel hombre sencillo que cantaba a su Dios.
Jaime Torres Bodet