PAZ
Dulce quietud. Está toda la vega
dormida en el regazo de la tarde.
Junto al arroyo humilde que se aleja
copiando el cielo azul en sus cristales,
pasta un rebaño, siempre a ras de tierra
los ojos fijos, mientras los gañones
escudriñan las cumbres donde reinan
las águilas caudales...
Estas -se dicen ellas-, son las negras
sombras de los paisajes".
Triste verdad. La dicha más completa
siempre tendrá una nube que la empañe.
¿Dónde, oh Señor, hallar la paz inmensa,
la dulce paz bendita y perdurable?
¿En las cumbres?, la nieve las condena.
¿En el desierto?, están los vendavales.
¿En el claustro?, allí el recuerdo llega
para ser un martirio de la carne.
Señor, ¿en dónde, pues? . . . Jesús contesta
en el silbo apacible de los aires:
"Reposa en mi regazo tu cabeza.
Yo soy la paz eterna . . . inalterable".
Claudio Gutiérrez Marín