PLEGARIA
En esta mi hora triste, de repente
al verte ahí en la Cruz abandonado
comprendo que por mí, alma impenitente,
de nuevo estás, Señor, crucificado.
Yo quisiera al instante estar presente
y así sin apartarme de tu lado
enjugar el dolor que hay en tu frente
y la sangre que mancha tu costado.
Con los brazos tendidos para el vuelo
pareces invitándonos al cielo
y es extraño, mi Dios, que no te asombre
el desdén ni te asombres del motivo
por el que hoy no se conforma el hombre
de que muerto en la cruz estés tan vivo.
Laura H. de Bracht