POR LOS ENFERMOS

Jesús, a quien los hombres en los tiempos pasados
traían sus enfermos: tú, con divino amor,
a todos los curabas -a ciegos y lisiados,
y a cuantos consumía la fiebre y el dolor.

Y tú eres siempre el mismo. Pues ¡ven!, y suavemente
pon sobre los que sufren tu mano celestial, 
sanando a los enfermos en alma, cuerpo y mente, 
llenándoles de nuevo de tu salud vital...

Confórtales, y diles que son tus escogidos 
para llevar contigo tu cruz de Redentor 
y pedir a los hombres que, fuertes, decididos, 
al mal combaten siempre, pues cuna es del dolor...

Señor: da fuerza al débil, al miedoso fe y calma, 
con la dulce promesa del gozo celestial. 
Mientras decae el cuerpo, levanta y sana al alma, 
al moribundo ¡oh Cristo!, brinda vida inmortal.

Blanca C. de Hume