RECOGIMIENTO

Alguna vez es bueno estar en calma 
y buscar el silencio vespertino, 
para hallar la quietud consoladora 
recogiendo el espíritu en sí mismo.

Esta paz del crepúsculo es propicia 
al santo ministerio del recuerdo, 
y a que pliegue las alas, dulcemente, 
como un ave rendida el pensamiento.

¡Cuán dulce es para el ánimo dolido, 
harto de sinsabores y tumultos, 
refugiarse en el seno que le ofrece 
la irradiación piadosa del crepúsculo!

Y entonces, cuando tímidas y blancas
comienzan a insinuarse las estrellas,
y principia en oriente mortecino
la parda iniciación de las tinieblas,

exentamos de todo sobresalto, 
y a solas con el alma y el paisaje, 
dejar que nos invada poco a poco 
el sosiego infinito de la tarde...

Gonzalo Báez Camargo