RESURRECCIÓN
En tumba de José de Arimatea,
de sombras y de trío y soledades,
reposa el que a la mar de Tiberiades
calmó y vertió su amor sobre Perea.
Los guardias al fulgor de esquiva tea
comentan las absurdas necedades
de vigilar al que por sus maldades
murió como el más vil de la Judea.
¿Podrá mortal alguno de la nada
tornar para retar a su oponente?
Pregunta el capitán con ironía.
Y el eco de su altiva carcajada
se acalIa ante el Divino que imponente
se muestra en majestuosa parusía.
Alfredo Campechano