¡SEÑOR, MISERICORDIA!

¡Señor, misericordia!, a tus pies llega 
el mayor pecador, mas ya contrito, 
que a tu infinita paternal clemencia 
pide humilde perdón de sus delitos.

Perdónalos, Señor; oye piadoso 
el doliente clamor de mis gemidos; 
según la multitud de tus bondades, 
lava las manchas de mis muchos vicios.

Lávalos más, Señor; haz que tu sangre 
borre, y no deje más de sus delirios 
que tu gloria de haberlos perdonado, 
y mi dolor de haberlos cometido.

Y un puro corazón crea en mi pecho, 
un corazón que sea de ti digno; 
mi espíritu renueva, y haz que sea 
tan recto, como injusto fue el antiguo.

No me arrojes, Señor, de tu presencia, 
que eres nuestra salud, guía y camino; 
alúmbreme tu luz, y no me quites 
de tu Espíritu Santo el dulce auxilio.

¡Oh Dios de mi salud, Dios de mi clemencia!, 
líbrame del mortífero atractivo
de la carne y la sangre, y tu alabanza 
mi lengua entonará todos los siglos.

Tú, Señor, abrirás mi torpe labio, 
este labio que tanto te ha ofendido, 
y ya ferviente ensalzará tu gloria 
con fieles cantos, con amantes himnos.

Pablo de Olavide