TE BENDIGO, SEÑOR

Te bendigo, Señor, en la hora buena.
Te bendigo, Señor, en la hora aciaga.
Te bendigo en el goce y en la pena.
Te bendigo en el beso y en la llaga.

¿Qué sabe el grano mísero de arena, 
que en los cantiles de la costa vaga 
del misterio del mar? Oye que suena. 
Lo ve infinito. Y en su luz se embriaga.

Tú eres el mar. Yo el átomo. ¡Serena 
tu inmensidad, Señor! La muerte amaga 
mi vida que de escorias está llena.

Que en mi dócil espíritu se haga 
tu voluntad. Bendeciré mi pena, 
querré mi angustia, besaré mi llaga.


Luis G. Urbina