YA NO HAY HORAS SOMBRÍAS

Ya no hay horas sombrías 
huyeron cual gaceta perseguida 
porque la luz llegó
al alma que gemía y que lloraba 
la ausencia de lo amado que partió.

y se acercó a mis días 
como un ángel de luz la inspiración 
que con toque divino la prendía 
para secar el llanto del dolor.

La luz ya era mía
miré a la altura y encontré que Dios 
al torbellino que mi vida era 
le dio la paz y la resignación.

FELISA G. de Pérez Marcio